Escribe: Martín Fariña Von Buchwald, presidente de LXG Amazon Reforestry Fund
Uno de los factores que nos impide ser un país carbono neutral es la microagricultura migratoria en la Amazonía, que es la principal causante de la deforestación del bosque peruano. Esta situación, sumamente crítica, tiene hoy en día soluciones, como el uso de nuevas formas básicas de fertilización que hacen que migrar y quemar bosques sea menos rentable que seguir cultivando la misma tierra fertilizada bajo un modelo agroforestal. Con los incentivos adecuados y políticas creativas, este es un problema que podría solucionarse en el mediano plazo.
Lamentablemente, los políticos no han puesto el foco en eso. En lugar de encontrar una solución, la nueva Ley Forestal, que viabiliza la agricultura industrial en la Amazonía, crea una nueva amenaza la cual, además de poner en riesgo la sostenibilidad del bosque, nos puede hacer perder la posibilidad de convertirnos en un país moderno y carbono neutral.
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Por ejemplo, con esa norma se beneficia el monocultivo de palma africana, para cuyo cultivo se requieren amplias hectáreas, y su sola posibilidad ya representa un espacio más para la deforestación. A la par, el Estado le quita viabilidad a la silvicultura amazónica honesta, a través de una infinita “permisología”, mientras que la minería ilegal cabalga hacia Purus, una de las zonas más valiosas en biodiversidad del mundo.
Como si esto fuera poco, en un frente relacionado, el Estado peruano ha perdido ya miles de millones de dólares en Petroperú en vez de diseñar su liquidación ordenada. Un caso totalmente distinto, y del que podríamos aprender, es el de Chile, donde el sector privado ya tiene una planta piloto para producir gasolina sintética extraída del agua y el viento. Este proyecto, con un marcado enfoque sostenible, produce la molécula a través de la hidrólisis, la captura de CO2 y la energía eólica, y resulta tan interesante para la Nueva Economía que hasta Porsche, Siemens y ExxonMobil han invertido en este emprendimiento privado chileno, que cuesta una fracción del proyecto de Vieja Economía en Talara, ejecutado por el Estado.
Urge que el Estado peruano se dé cuenta de que requerimos enfocarnos en la Nueva Economía y no en el atraso. En la Nueva Economía, el cuidado de la Amazonía, el jardín botánico más extraordinario del mundo, con abundantes bioquímicos, colores naturales, sabores naturales, fragancias naturales, proteínas limpias y superalimentos, tiene un rol protagónico.
La Nueva Economía también busca carbonizar el suelo y descarbonizar el aire (Petroperú hace lo opuesto). Apunta al “Clean Label” para que las personas hagan de su nutrición, su medicina; y trata de poner en valor la sabiduría de nuestros pueblos milenarios que tanto pueden ayudar al bienestar universal (la nueva Ley Forestal hace lo opuesto).
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A raíz de la nueva Ley Forestal, los medioambientalistas internacionales, que nunca han tenido tanta fuerza, ya se activaron y los jóvenes en Europa y Estados Unidos dejarán de comprar aceite de palma africana proveniente del Perú. Esto afecta materialmente la reputación del Perú en los mercados internacionales y el sentir global sobre nuestro país, lo que impactará más allá de solo el aceite de palma africana, sino también en la palta, las uvas, el oro y el turismo (ver el Caso Bolsonaro en Brasil).
En ese contexto, el Estado peruano debió haber anunciado, más bien, una liquidación pensada y ordenada de la petrolera nacional que tiene uno de los peores desempeños en el sector petrolero mundial y cuyas funciones pueden ser absorbidas eficientemente en el tiempo por el sector privado. El Estado peruano debió anunciar, por ejemplo, que promueve el biodiésel sin obstáculos del Indecopi, la electromovilidad, la optimización del tráfico urbano, la energía limpia y la gasolina sintética. El Estado peruano debió haber anunciado que los peruanos defendemos nuestra Amazonía y que somos capaces de cuidarla, para que más jóvenes en Europa y Estados Unidos quieran viajar al Perú para conocer nuestros tesoros vivos naturales y culturales.
Los peruanos tenemos que probarle a la OCDE en París que buscamos reconstruir una nación que rechaza el atraso y que somos merecedores de ser parte de su equipo de naciones civilizadas, que cuidamos nuestros bosques, nuestros ríos, nuestro Pacífico tropical, y que atesoramos los pueblos milenarios que engrandecen nuestro país. Chile y México son parte de la OCDE y el Perú también lo puede ser.
Debemos defender nuestra Amazonía combatiendo la nueva Ley Forestal que favorece solo a unos pocos y perjudica a todo el planeta y a nuestras culturas milenarias. Aprovechemos este contexto y el malestar que la nueva Ley Forestal está causando para hacer cambios estructurales y permanentes para que nuestras hijas y las hijas de nuestras hijas puedan ser parte de la prosperidad circular, duradera e inclusiva que nos da la Nueva Economía y que puedan disfrutar de la tan bendecida tierra y agua que tiene el Perú. Tenemos que darnos cuenta de que hay que lucrar de la mano de la Amazonía, y no de ella.
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