Escribe: Omar Mariluz, director periodístico de Gestión
A la presidenta Dina Boluarte le encanta colgarse medallitas ajenas. En su más reciente aparición pública, se jactó de la fortaleza del sol y relató con entusiasmo cómo un embajador europeo le habría dicho: “Voy a pedir que me paguen en soles y ya no en euros”. Como si la estabilidad de nuestra moneda o los precios estables fueran un logro de su gestión.
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Pero la realidad es otra: el mérito de mantener la confianza en el sol y contener la inflación recae en el Banco Central de Reserva (BCR), que bajo la dirección de Julio Velarde ha sido un pilar de estabilidad en los últimos 19 años. No es Boluarte, ni su equipo económico, quienes han blindado nuestra moneda.
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La presidenta también se permitió criticar la gestión de Pedro Castillo, Gobierno del cual ella misma fue parte como vicepresidenta y ministra de Desarrollo e Inclusión Social. Destacó la “mayor fuga de capitales en los últimos 50 años”, como si no hubiera estado sentada en la mesa donde se tomaban las decisiones que asustaron a los inversionistas.Sin embargo, lo que Boluarte no menciona es que su propio Gobierno carga con un problema fiscal grave. En el 2023, el déficit fiscal llegó al 3.6% del PBI, incumpliendo nuevamente la meta establecida por el propio Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Y todo indica que este 2025 se volverá a fallar en el intento de corregir el rumbo.
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El problema de fondo no es solo el déficit en sí, sino la falta de liderazgo económico. La economía peruana crece a niveles mediocres (en torno al 3%), los ingresos fiscales no despegan, y el MEF carece del peso político necesario para frenar el descontrol del gasto. El Congreso aprueba medidas irresponsables y el ahora exministro, José Arista, en lugar de ofrecer respuestas, se limitaba a insultar a sus críticos.
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Otra de las medallas que realmente debería colgarse Boluarte es la de haber impedido una reforma seria en Petroperú. El directorio anterior proponía una transformación necesaria para evitar que la petrolera estatal siguiera devorando los recursos públicos, pero en su lugar, el Gobierno optó por colocar “al gato de despensero”, garantizando así que Petroperú continúe siendo un barril sin fondo. Los peruanos seguirán pagando por una empresa que solo acumula deudas y escándalos.
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Pero la peor de todas las medallas es la que arrastra desde su paso por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social: el escándalo de corrupción de Qali Warma. Bajo su gestión, un empresario hoy fallecido se hizo millonario vendiendo conservas podridas y carne de caballo a los niños más pobres del país. Un crimen que expone la falta de controles y la indiferencia de un Gobierno que hoy prefiere mirar hacia otro lado.
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Dina Boluarte podrá seguir atribuyéndose éxitos que no le corresponden, pero la historia no se escribe con discursos, sino con hechos. Y los hechos muestran una economía debilitada, una empresa estatal desangrando las arcas públicas y un escándalo de corrupción que dejó en el abandono a miles de niños. Esas son las medallas que realmente pesan sobre su gestión.
Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.
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