Lo sucedido en los últimos días con el Ministerio del Interior pone al presidente cada vez más cerca de la puerta de salida de Palacio de Gobierno, aunque no lo desaloja de inmediato.
Antes serán necesarias algunas definiciones en el Congreso, y conociendo a las bancadas y a muchos parlamentarios, seguramente van a primar los intereses particulares o de grupo.
¿Qué falta definir?
En primer lugar, la conformación y elección de la nueva Mesa Directiva, de lo cual va a depender el trato que el Legislativo tenga con el Ejecutivo y, específicamente con el presidente. Lo sorprendente es que ni aún en una situación tan dramática como esta, en la que se comprueba que el Gobierno está en las peores manos, las bancadas supuestamente democráticas no son capaces de formar y articular un frente o una coalición con una lista única de oposición, que se enfrente a una oficialista. La división podría beneficiar al Gobierno.
Luego está la definición con respecto a la situación de la vicepresidenta. Existe una discusión que se ha polarizado cada vez más sobre si es mejor que ella se vaya primero para permitir la convocatoria a elecciones generales, o si se debe vacar ya al presidente y dejar el Gobierno en manos de la vicepresidenta. Las posiciones al respecto ya tienen etiqueta, y eso impide resolver y decidir.
Después está la duda sobre si hay que hacer reformas electorales antes de la vacancia, o si hay que vacar y llamar a elecciones para hacer las reformas con el nuevo Congreso. Muchos defienden la primera posición, pero, tal como anotamos aquí hace ya varias semanas, encargarle o confiar en este Congreso para hacer reformas sensatas, duraderas y que generen consenso, puede ser hasta algo ingenuo. Basta mirar lo que ha pasado con la bicameralidad.
Y como consecuencia de ello, está la discusión de si se van las cabezas del Ejecutivo solamente, o si se van todos. Y el drama es que la definición de todo esto la tiene solo el Congreso.
Si se pensara en el país, todo esto debería quedar resuelto y claro desde hoy y hasta fines de agosto o la primera quincena de setiembre, para convocar a nuevas elecciones generales de inmediato o apenas se termine con las elecciones regionales y municipales. Mientras esto sucede en una orilla, otras definiciones también podrían tomarse al otro lado.
La situación de aislamiento y de arrinconamiento del Ejecutivo puede llevar a varias situaciones desde hoy hasta el 29 de julio.
Lo primero es que se tendrá que definir si hay o no cambio general del gabinete. Y, mirando lo que acaba de pasar, hasta podría postergarse la decisión, porque este gabinete es el mayor respaldo que tiene el presidente; o podría reconformarse el Consejo de Ministros con un sesgo algo más radical, con gente de las bancadas oficialistas.
Lo segundo es que en una situación así el mensaje del 28 de julio puede usarse para tratar de salvar al presidente, más que para marcar una ruta de reactivación y de estabilidad política. Las opciones pueden ir desde un discurso populista con medidas efectistas (nacionalizaciones, control de precios, etc.) para ganar aplausos y apoyo popular con el fin de ganar tiempo; hasta buscar la confrontación. ¿Cierre del Congreso?, sería un suicidio, y con ello no se gana tiempo.
¿Algunas otras cosas pueden pasar?, sí. Si las cosas empeoran para el Ejecutivo, y concretamente para el presidente y su familia, podría ocurrir que el presidente dé un discurso de 28 sin quórum porque los congresistas de ciertas bancadas prefieran no avalar lo que dice; que no pueda dar su discurso de 28, porque se lo impidan los ciudadanos, o porque el presidente prefiera irse a algún lugar más seguro.
Serán las Fiestas Patrias más inciertas, por lo menos hasta hoy.