Gerente de Estudios Económicos. Asociación Automotriz del Perú
El sector automotor peruano cierra el 2021 con un significativo rebote (frente al 2020) en su venta, en casi todos los tipos de vehículos y en línea con la recuperación de la economía. Así, se comercializaron 157,100 vehículos livianos, 40% más que en el 2020 y superior en 3.4% al resultado del 2019, un año prepandemia; mientras que la venta de vehículos pesados evidenció un desempeño mixto durante el 2021. Por un lado, la venta de camiones y tractocamiones sumó 15,680 unidades, 45.5% más frente al 2020 y 27% con relación al 2019. En cuanto a la venta de minibús y ómnibus, el año cerró con 1,971 unidades vendidas, retrocediendo en 7.7% y 54.2% respecto al 2020 y 2019, respectivamente; y finalmente, la venta de motos y trimotos sumó 425,612 unidades, 49% más que el año anterior y 48.8% más frente al 2019.
Para el 2022, lo cierto es que el panorama de las ventas de vehículos nuevos es menos alentador. Y es que, todo parece indicar que la economía local crecerá entre 2% y 3% y es muy probable que algunos componentes de la demanda se contraigan fuertemente, como es el caso de la inversión privada. En ese orden de ideas, los indicadores adelantados sobre expectativas empresariales -factor que anticipa el comportamiento de la inversión- continúan ubicados en el terreno pesimista, debido a las señales poco claras y contradictorias, en algunos casos- percibidas desde el Poder Ejecutivo. Una situación complicada que genera inquietud en los agentes económicos. Dicha incertidumbre no permite tener claridad sobre el futuro de la política económica, limitando el crecimiento económico, y por ende de la venta de vehículos.
Existen otros factores de riesgo que afectaría la oferta vehicular; por un parte, los puertos en el mundo no están funcionando a su plenitud, además de la acelerada reactivación de la economía mundial, lo que ha encarecido el costo de los fletes, mientras que el retraso promedio del traslado de bienes en buques ha aumentado, sumándose algunos problemas estructurales respecto a la logística e infraestructura portuaria. De otro lado, actualmente existe una escasez de algunos suministros necesarios para la producción de vehículos, factores que se convierten en elementos adicionales de riesgo. Adicionalmente, el COVID-19 sigue en marcha, con nuevas variantes del virus que complican su contención, con lo que la capacidad productiva de la economía se podría ver perjudicada, dañando el nivel de empleo e ingresos de las familias. Por último, el acceso a ingresos extraordinarios (disponibilidad de la CTS y fondos de AFP), el uso de ahorro privado embalsado por parte de las familias, serían factores de impulso a la venta de vehículos que no se tendrían en el 2022.
Se tienen factores que podrían mitigar, en cierta medida, el escenario poco alentador del mercado automotor descrito, como son las políticas comerciales implementadas por las concesionarias, que facilitan la oferta y el acceso a diferentes tipos de vehículos. Además, las facilidades de financiamiento, y la adquisición de dichos vehículos –principalmente, automóviles y furgonetas- para ser empleados en servicios de taxi y delivery. Asimismo, la venta de minibús y ómnibus, unidades ligadas a actividades como el transporte público, urbano e interprovincial, así como el turismo y otras actividades de esparcimiento, se recuperarían en el 2022, siempre y cuando no se dicten medidas de restricción de aforo y de tránsito debido a rebrotes de la pandemia del COVID-19.
Es necesario que se trabaje con el objetivo de mejorar el nivel de confianza, tanto de los consumidores como del sector empresarial, lo que se vería reflejado en mayor inversión y consumo el 2022, beneficiando de esta manera la demanda de vehículos en el país.