Escribe: Alberto Haito, director en Arellano
La toma de decisiones es quizás lo que más diferencia a un buen líder de uno que no lo es. Sin embargo, no todas las decisiones son iguales ya que las hay de las fáciles y las hay de las difíciles. Un buen líder toma muy pocas de las primeras y asume todas las segundas.
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Veamos. Cuando hablamos de decisiones fáciles nos referimos a aquellas que son casi rutinarias, donde la probabilidad de error es baja y donde si ocurriese alguna consecuencia, esta no es grave. Un buen líder se caracteriza por saber delegarlas ya que son precisamente estas decisiones las que debe dejar en manos de sus subordinados lo cual, además, forma parte del proceso de formación de los mismos.
El tema es diferente si hablamos de decisiones difíciles. Estas son aquellas que implican riesgos, en las que un error puede tener consecuencias serias y que, en el extremo, pueden costarle el puesto al ejecutivo.
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Son decisiones que hay que tomar con información que casi siempre es incompleta, ya que si se espera a tenerla las consecuencias de la demora pueden ser graves. También son aquellas en las que es difícil encontrar consenso en el equipo directivo por lo que, en la práctica, se toman en solitario. Y, por cierto, son aquellas que no se deben delegar, porque el hacerlo es un comportamiento irresponsable y hasta cobarde porque se está trasladando una responsabilidad ineludible hacia alguien al que no le corresponde dicha responsabilidad y que, probablemente, no está preparado para ello.
Bien se dice que a un líder se le juzga por las decisiones difíciles que es capaz de tomar. Pero no todo es tan sencillo, ya que estas decisiones vienen acompañadas con una carga emocional que genera estrés, por lo que una de las características de un buen líder es el control de sus emociones.
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Por cierto, una ayuda importante en la toma de decisiones difíciles es el pedir consejo a las personas adecuadas. Sin embargo, muchos ejecutivos creen, equivocadamente por cierto, que el hacerlo es una muestra inaceptable de debilidad.
Quien asume una posición de líder debe tener en cuenta que precisamente lo han contratado para tomar decisiones difíciles y que finalmente la peor decisión es no tomar decisiones.
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