Gerenal Manager de WeWork Perú
Desde la prehistoria, las conexiones humanas, la empatía y comprensión han sido fundamentales para el progreso de nuestras sociedades. Actualmente, pese a la vertiginosa velocidad de la digitalización y el trabajo a distancia, sigue existiendo esa necesidad primigenia de crear comunidad, de aprender y enseñar, porque la experiencia humana es precisamente un eje de nuestro bienestar como seres sociales.
Como hemos podido comprobar en este periodo, la interacción puramente virtual es incapaz de reemplazar la experiencia de integrarnos de manera física como equipo. En este sentido, la nueva normalidad, mediada por el intercambio a distancia, debe contemplar también salidas para satisfacer la urgencia natural de relacionarnos en persona, con el fin de alcanzar metas y objetivos.
Por otra parte, quienes tienen la fortuna de contar con un entorno ideal para hacer su trabajo desde casa tienen mayor factibilidad de alcanzar un nivel de productividad deseado. Sin embargo, esto no es así para una gran mayoría.
En este contexto, las organizaciones se enfrentan a dos requisitos: uno es satisfacer la necesidad emocional de los empleados de trabajar en grupo y, el otro, proporcionarles las condiciones espaciales y de infraestructura adecuadas para realizar sus tareas.
¿Qué sucede entonces cuando el empleado tiene la oportunidad de reunirse físicamente con su equipo? ¿Qué sucede si las empresas liberaran a sus empleados del agobio de una soledad no solicitada, en la cual el trámite de los encuentros virtuales se reduce al escenario de programar reuniones, silenciar micrófonos y esperar el turno para hablar mientras la mente está centrada en preparar el próximo almuerzo en casa?
A través de nuestra experiencia como facilitadores de espacios colaborativos, hemos advertido que la mayoría de las organizaciones que han dado un exitoso paso adelante en cuanto a la modalidad virtual tienen dos aspectos en claro: en primer lugar, que no hay necesidad de volver al acartonado modelo de oficina centralizada y, en segundo, que un buen empleado puede ser productivo en cualquier lugar si cuenta con condiciones para desempeñarse, ya sea una sala de reuniones cómoda y luminosa para intercambiar opiniones, o bien una conectividad que lo libere de la ansiedad de soportar un servicio de internet inestable.
En WeWork, sabemos por una vasta experiencia e investigación después del «trabajo en casa» forzado que muchos empleados experimentaron en 2020, que la limitación del intercambio humano y el confinamiento de los trabajadores en su hogar causó una gran ansiedad, depresión y estrés, algo que no pasó desapercibido para los líderes organizacionales sensibles que se preocupan por la salud mental de sus empleados.
El mayor aporte que los líderes organizacionales pueden hacer por los trabajadores es devolver la calidez al espacio laboral, sin perder de vista las oportunidades que ofrece una virtualidad gestionada con inteligencia y propósito. Hoy en día, los responsables de la toma de decisiones tienen la alternativa de poner su atención en las personas, lo que les permite intercambiar opiniones y puntos de vista en un entorno controlado y óptimo para el trabajo cara a cara, tal como lo puede ofrecer un espacio colaborativo dotado de las mejores condiciones de infraestructura para garantizar un alto desempeño.
Sin duda, es el momento ideal para dar ese salto cualitativo a un modelo híbrido y flexible en el que el trabajo virtual no pierda su sentido social intrínseco. La conexión es mayor cuando las partes salen de sus entornos particulares y viven una experiencia colectiva, o cuando los colegas se retan naturalmente a brindar lo mejor de sí como resultado de una interacción directa.
Está claro que el entorno actual no es el que solía ser. La vida laboral de hoy es más que eso: es una página en blanco para dejar plasmado el potencial de un modelo de desempeño híbrido capaz de maximizar las oportunidades tecnológicas en favor de la productividad, la eficiencia y el desempeño; pero capaz también de hacer de la empatía una experiencia de aprendizaje y de la interacción con otras personas, una posibilidad de progreso constante.