
Escribe: Enrique Castillo, periodista
Las AFP siempre han estado en el ojo de la tormenta, pero pareciera que hacen el mejor esfuerzo para complicar su situación, cada vez más, muy cerca de los procesos electorales.
A lo largo de los años, los reclamos contra estas empresas no han sido pocos. Desde la comunicación con el aportante y la obligatoriedad de los aportes, pasando por la imposibilidad de acudir a una parte de los fondos en casos de emergencia o de compra de activos como una propiedad, hasta las pensiones tan bajas que pagan frente a altas comisiones que recaudan, o el sistema de recuperación de los ahorros de parte de los deudos de un aportante.
Todo este malestar ha hecho que la suerte de las AFP haya sido un tema recurrente en las campañas electorales, o en tiempos de populismo político. Así, durante las últimas décadas hemos estado discutiendo la necesidad de una reforma de las AFP o la aprobación de retiros en el Congreso de la República. De hecho, hay en estos momentos en el Parlamento diversas iniciativas legislativas para un otro retiro.
Ahora se empieza a calentar la discusión por la aprobación, en una votación bastante extraña y con un número de votos que no da para ofrecer legitimidad, del reglamento de la famosa “reforma” de las AFP.
Las AFP nunca entendieron que debían acercarse más a los aportantes, atender sus necesidades y problemáticas, para convertirse en una verdadera alternativa de ahorro de largo plazo, con rentabilidad real para el retiro y sin tener a esos afiliados sintiéndose como prisioneros o cautivos, mirando de lejos su dinero sin poder tener control sobre este.
Entendieron mal, o solo lo que quisieron entender, cuando limitaron las causas de su mala relación con los afiliados únicamente a un problema de comunicación, que pensaban resolver con boletines o de correos electrónicos.
La tarea de introducir la cultura previsional en el país no es nada fácil. Sobre todo en una sociedad que vive al día y que no tiene entre sus prioridades pensar en el retiro ni en cómo sostenerse al jubilarse.
Estamos de acuerdo en que hay que emprender la tarea, en que debemos lograr que la gente piense con visión de futuro y en su futuro, evitando tener que estirar la mano a la vejez o caer en la mendicidad o terminar en una camilla de emergencia de un hospital sin recursos.
Pero eso no se va a lograr generando la sensación de un “asalto” mensual a los trabajadores formales de toda edad y condición (en planilla o independientes), sin libertad para elección en una economía de libre mercado y sin la capacidad de disponer libremente del 95% de sus ahorros al final de sus vidas laborales, sea por ellos mismos, o por sus deudos o beneficiarios.
Lamentablemente, hasta la fecha, las AFP no han sido capaces de demostrar que los aportes de toda una vida pueden ofrecer pensiones para una vida cómoda, ni que las comisiones que cobran son plenamente justificadas, para no hablar de las inversiones y de las utilidades. En cambio, sí hay muchos casos en que emprendedores o personas naturales han podido salir adelante, laboral, empresarial o comercialmente, invirtiendo su dinero en actividades o negocios que han terminado siendo muy rentables, o adquiriendo propiedades para una mejor vida familiar y/o personal.
Es cierto que existe una parte de la población que consume todo lo que gana sin pensar en el futuro, convirtiéndose en una carga para el Estado en la vejez. Pero también es cierto que ese mismo Estado no ha sabido administrar o invertir bien los aportes que los trabajadores ni los impuestos que pagamos a través de diversas modalidades a lo largo de nuestra vida. Así, ¿cómo se le puede pedir a un trabajador que crea en un ahorro cautivo y obligatorio?
Obligar a los independientes, –que hoy pueden tener ingresos y mañana no, que pueden tener trabajo por un tiempo y después pasar largos periodos desempleados– a entregar parte de sus ingresos de manera obligatoria, sabiendo que al final no le alcanzará para una pensión digna, no es serio, responsable ni honesto.
Evitar que alguien que aportó toda su vida retire el 95% de sus ahorros para disponer de ellos como quiera al final de su existencia, no es humano ni una buena manera de promover entre los jóvenes, o los no tan jóvenes, este ahorro forzoso. Ahorrar toda una vida para no ver nunca más ese dinero, no es, un buen marketing.
Lo único que van a lograr las AFP es que el tema sea una vez más un caballito de batalla en esta campaña, con especial énfasis en el segmento joven e independiente. Y cualquier gobierno, con deseos de ganarse algunos votos, podría derogar o modificar este reglamento y esta reforma, o que seguir aprobando retiros periódicos.
Políticamente, habrá en el actual Congreso quienes terminen perdiendo electoralmente con este tema.
Flaco favor se han hecho ambas partes.
