Escribe: Enrique Castillo, periodista.
Hace unos pocos días un muy buen amigo nos preguntaba si candidatos poco conocidos a nivel nacional como Carlos Añaños, por ejemplo, hacían bien en no salir a la exposición y al debate público. Nos pareció una pregunta interesante y muy pertinente en este momento.
Desde ya varios procesos electorales, se ha manejado la idea de que los candidatos poco conocidos o desconocidos no deben exponerse con tanta anticipación para evitar que los contrincantes los “destrocen” sacando a la luz pública todos sus pasivos o sus “anticuchos”.
La recomendación suele ser que es mejor aparecer en el último tramo (cual “outsider”) como una novedad que viene de atrás, con grandes posibilidades de que no haya tiempo para investigarlos a profundidad, y para aprovechar el desgaste de los que creyeron que por mucho madrugar se amanece más temprano.
En esa línea, varios candidatos dedican los meses previos a hacer trabajo con perfil bajo o de baja intensidad, trabajo “de bases”, y viajan para ir a universidades, reunirse con “fuerzas vivas” amigables, dictar conferencias en regiones, dar entrevistas a medios locales, y tratar de darse algunos baños de popularidad local.
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El resultado siempre será el mismo. Se sentirán bien, creerán que han hecho un muy buen trabajo, mostrarán los “selfis” con auditorios llenos, estarán convencidos que su mensaje “llegó”, y habrán renovado su entusiasmo, en base a lo que le dicen sus asistentes o asesores, que suelen decir lo que el candidato o la candidata quieren escuchar. El problema es que eso les pasará a todos, incluso después de visitar los mismos lugares, y hasta con los mismos públicos.
Luego vendrá el trabajo publicitario, donde se pretende que la billetera mate al rival, lo que no necesariamente sucede, sino, veamos los casos desde Fredemo-Cambio 90, hasta Perú Libre -Fuerza Popular.
Lo que muchos no se han dado cuenta todavía es que muchas cosas han cambiado, y que los factores que hacen a un candidato o candidata atractivos para el electorado no son los mismos que hace algún tiempo. Y para insistir en los mismos ejemplos, mientras un “japonés”, en tiempos en que el Japón era sinónimo casi de perfección, le ganó a un famoso y muy conocido escritor peruano que tenía toda la fuerza y la plata; décadas después, un sentimiento “anti” (cualquiera hubiera sido el candidato/a) le ganó a quien es la hija de ese “japonés”.
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Hoy, ese “japonés”, triunfador más de tres décadas atrás, pretende postular a la Presidencia, y tendrá que tratar de doblegar a ese sentimiento “anti” que él mismo generó y que existe contra él y contra su hija; mientras un ex presidente al que le llegó del cielo la Presidencia, que tuvo que aceptar su vacancia, y que es acusado de todo, desde corrupción hasta de vacunarse de espaldas al pueblo, pasando por cerrar indebidamente el Congreso, y otras cosas más, se ríe de sí mismo, utiliza como trofeo el insulto con el que lo etiquetan para tratar de seguir siendo popular, y algunas encuestas hasta pretenden ponerlo a la cabeza del pelotón. ¿Sorprendería que lleguen a postular y hasta que ganen?
En muchos casos, los candidatos o candidatas se hacen tan conocidos a nivel nacional que se convierten en marcas casi registradas y basan su caudal electoral en la vigencia de esa marca. Algunas veces esa marca funciona a favor y otras veces en contra, dependiendo de la habilidad y la destreza política de quienes postulan y de sus equipos. Una frase potencia la marca, un error la trae abajo. Casos recientes hemos tenido, tanto a nivel de elecciones generales como regionales o locales.
Pero esas marcas requieren de cierto contenido que las complemente, y que haga empatía con el humor nacional de ese momento. Y el humor tiene que ver con las necesidades que agobian, los problemas que se enfrentan, las aspiraciones que se tienen, y los enemigos que se identifican.
Si la marca no es conocida y no se potencia, y el contenido no sirve o no es suficiente para que el electorado se identifique y se sienta representado por quien postula, ¿qué puede esperarse?
En una competencia donde probablemente van a postular 20, 25, 30 candidatos/as, ¿habrá tiempo en cuatro o cinco meses para hacer conocida la marca, para distinguirse del resto, y para lograr que el electorado se identifique con el mensaje, cualquiera que este sea?
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Las encuestas dicen que la mayoría del electorado cree que todavía no ha llegado su candidato/a ideal. Esto abre posibilidades para nuevos rostros y nuevos mensajes. Pero si esos nuevos rostros y nuevos mensajes demoran en llegar o no se llegan a conocer a tiempo, las marcas registradas llenarán ese vacío.
Hemos tenido casos en que algunos/as aspirantes deslumbraban en las últimas quincenas o semanas o en debate final, pero no llegaban, y la frase final era…” con un poco más de tiempo si la hacía”.
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