
Escribe: Gino Menchola, socio en PwC Perú
Hace algunos años, durante un evento en el que la organización en la que trabajo presentaba sus primeros desarrollos de herramientas de inteligencia artificial (IA), se mencionó un dato que me impresionó: en el contexto de una revisión de contratos, la IA era capaz de hacer el trabajo de un equipo de 10 abogados en la centésima parte del tiempo y con 50% menos errores. Tuve sentimientos encontrados, por un lado la satisfacción del avance tecnológico y la posibilidad de agregar valor a nuestros clientes con mucha mayor velocidad. Por otro, la incertidumbre del futuro. Pensé: ¿Será éste el principio del fin del ejercicio del derecho como lo conocemos?
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Lo cierto es que pasaron los años, las herramientas de IA pasaron a formar parte de nuestra vida diaria y asumieron un papel protagónico dentro del sector de servicios profesionales. Hoy existen aplicaciones de IA diseñadas para desarrollar tareas en cada campo de los servicios profesionales, las más conocidas son las vinculadas con la automatización de tareas repetitivas, como las de una revisión de due diligence, la revisión de precedentes judiciales o el análisis de grandes volúmenes de datos financieros o tributarios con el objetivo de detectar inconsistencias o potenciales contingencias. De esta manera, se reducen costos y tiempos de entrega y las prácticas profesionales se tornan más eficientes.

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Sin embargo, con la consolidación del machine learning y el desarrollo de la denominada IA generativa, las herramientas disponibles han ido mucho más allá. Ahora, algoritmos de IA son capaces, por ejemplo, de predecir resultados de litigios sobre la base de antecedentes históricos y de ayudar a diseñar la estrategia procesal más apropiada, o de identificar patrones transaccionales inusuales entre millones de datos complejos con la finalidad de prevenir fraudes.
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Lo que está por venir es un cambio en el rol del prestador de servicios profesionales. Cuando el uso de las IA se generalice, los abogados se enfocarán exclusivamente en el diseño de estrategias complejas, pues la mayor parte del análisis legal podrá ser automatizada. Asimismo, las auditorías y revisiones se enfocarán más en riesgos complejos cuya identificación resulta difícil sólo con algoritmos, como la ciberseguridad, la ética corporativa y el ESG. Será necesario también asegurar que la IA está actuando de acuerdo a lo previsto, por lo que las validaciones de algoritmos serán probablemente parte de los servicios requeridos por las grandes corporaciones.
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El futuro de las IA en el mundo empresarial está también relacionado con la inmediatez, con la posibilidad que las revisiones de grandes volúmenes de información se produzcan en tiempo real, con herramientas de IA integradas en los respectivos ERP de las empresas, de manera tal que las inconsistencias, fraudes o potenciales contingencias sean identificadas al momento de su ocurrencia o registro, según sea el caso. Asimismo, el digital compliance, entendido como el cumplimiento de normas y estándares de procesos y operaciones asociados a la tecnología, se tornará fundamental para que una entidad demuestre su solvencia, tanto financiera como operativa, frente a sus stakeholders.
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El protagonismo de las IA no está exento de desafíos. El profesional del futuro no sólo requerirá formación especializada de su sector sino deberá interactuar eficazmente con las herramientas de IA y conocer en profundidad conceptos de data analytics. Asimismo, diversos dilemas éticos pueden surgir de su uso, como los sesgos de algoritmos o los derivados de la confidencialidad de la información.
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En suma, en un mundo donde la IA redefine los límites de lo posible, los servicios profesionales se aproximan a una transformación absoluta. Los profesionales asumiremos roles estratégicos que combinan creatividad, juicio ético y dominio de la tecnología. La clave del éxito en esta nueva etapa radica en aprender a utilizar la IA como un complemento a nuestro trabajo, desarrollar habilidades en análisis de datos y garantizar que la tecnología sirva a valores éticos y se desarrolle dentro de nuestros códigos de conducta. El futuro no es una amenaza, sino una oportunidad para reinventar nuestra profesión y ofrecer un valor sin precedentes a nuestros clientes.