Socio de Macroconsult
La semana pasada el INEI publicó las estimaciones de pobreza para el año 2021. En el informe se reveló que la proporción de personas en dicha situación alcanzó casi el 26%, cifra inferior al 30% registrado en 2020.
No obstante, es importante recordar que las estimaciones anuales de pobreza son un promedio de lo que ocurre a lo largo del año bajo análisis. Así, el 30% de pobreza del año 2020 proviene de un segundo trimestre muy alto (casi 45%) producto del confinamiento y otros tres trimestres significativamente más bajos.
Específicamente, a fines del 2020, la tasa de pobreza ya se había estabilizado alrededor del 24% en la medida las actividades económicas empezaron a operar con mayor normalidad. Es decir, partiendo de esta cifra la pobreza se ha mantenido prácticamente constante. Concretamente, lo que ha ocurrido es que luego de un pequeño salto en el primer trimestre del año pasado (30%), nuevamente producto del breve confinamiento en dichos meses, las cifras han ido retornado paulatinamente a la senda del 24% hacia fines de 2021.
Con ello en mente surgen lo que a mi juicio son los tres mensajes centrales del informe de pobreza. Primero, que la pobreza no se ha reducido ni se viene reduciendo, sino que esta se está estabilizando a niveles cercanos al 24%, por encima del 19% registrado en los meses previos a la pandemia.
Si a este hecho le sumamos que casi 60% de las personas que experimentaron un episodio de pobreza en el 2020 han continuado en la misma situación en el 2021, es prudente por lo menos advertir que existen síntomas de aumento en los niveles de pobreza crónica. Segundo, este comportamiento es explicado principalmente por las tendencias observadas en las zonas urbanas del país (sobre todo en Lima Metropolitana) donde la pobreza se ha corregido poco respecto del 2020. La debilidad mostrada por el mercado laboral durante el año pasado y, específicamente, la lenta recuperación del empleo formal y el deterioro de salarios reales, explican el resultado. Tercero, la mayoría de los afortunados que lograron superar la pobreza presentan un riesgo relativamente alto de retornar a ella. Según se reportó aún 6 de cada 10 peruanos o bien son pobres o bien vulnerables a la pobreza.
Las perspectivas de corto plazo no son auspiciosas. La debilidad de nuestra economía este año no permite ser optimista respecto de las trayectorias en el mercado laboral. Asimismo, la aceleración de los precios continuará mermando la capacidad de gastos de las familias.
Por ello, más allá del efecto que pueden tener algunas políticas focalizadas en aliviar transitoriamente la pobreza (y eventualmente alterar el promedio), alterar la tendencia va a pasar necesariamente por mejorar la capacidad de familias en generar ingresos de manera autónoma y sostenible en un entorno de baja inflación. Lamentablemente, este no es un contexto previsible para 2022.