Escribe: Carlos E. Paredes, socio de Intelfin y docente de la Universidad Continental.
1. Como resulta intuitivo, la inversión y el crecimiento económico están estrechamente ligados. Con el aumento de la inversión, se incrementa la capacidad productiva, aumenta la demanda de empleo y crece la producción y los ingresos.
También es cierto que un crecimiento más acelerado genera un clima más propicio para la inversión: se incrementa la rentabilidad del capital y se retroalimentan las expectativas positivas que llevan a más inversión.
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2. Esta proposición no es nueva. El famoso economista Paul Samuelson desarrolló y publicó un modelo teórico al respecto en 1939. Asimismo, el comportamiento de nuestra economía en lo que va del siglo demuestra la importante relación existente entre ambas variables.
Durante los años de bonanza económica (2002-2013), en que crecimos al 6.1% por año, la inversión bruta fija fue incrementándose hasta alcanzar el 26.6% del PBI.
Luego, tras la finalización del superciclo de los commodities y el progresivo descalabro político del país (2014-2023) el crecimiento promedio anual disminuyó a 2.3%, mientras que la inversión bruta fija disminuyó a 22.9% el año pasado –reflejando, sobre todo, la caída de la inversión privada–.
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3. Si logramos volver a crecer a las tasas del periodo de bonanza, el país duplicaría su ingreso per cápita en 15 años. Pero, si seguimos registrando el exiguo crecimiento promedio de los últimos 10 años –en el escenario “más de lo mismo”– el plazo requerido para alcanzar este hito sería de 65 años y recién en el año 2096 alcanzaríamos el nivel de ingreso per cápita ya registrado por Chile hoy en día.
4. Para retomar el crecimiento alto y sostenido necesitamos promover la inversión privada y redireccionar el gasto público para que el Estado se dedique a hacer lo que debe hacer y deje de hacer lo que no debe ni sabe hacer. Además, hay que ejecutar una serie de pequeñas reformas que contribuyan al crecimiento de la productividad. ¡Nada de refinerías ni de empresas públicas “estratégicas”! Aprendamos de nuestros graves y costosísimos errores.
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5. Incrementar la inversión en 3 puntos del PBI equivale aproximadamente a aumentar la inversión anual en 8,000 millones de dólares. ¿Es esto lograble? Sí, aunque no será fácil, claramente sí se puede: en las últimas dos décadas, la inversión bordeó el 25% del PBI en siete años. ¿Será posible hacerlo con las políticas públicas actuales y con la incertidumbre política actual? No, claramente no. La clase política en el poder nos está condenando a la mediocridad económica.
6. ¿Qué hacer? Definir y compartir el norte económico con claridad y empezar a enrumbarnos hacia este desde el lugar donde estemos, poco a poco, pero con convicción. Estamos dejando pasar una oportunidad extraordinaria. En los primeros siete meses de este año, el promedio de nuestros precios de exportación –en términos reales– fue 52.7% mayor que el promedio registrado en el periodo de bonanza económica señalado anteriormente (y los términos de intercambio 34.1% mayores que en aquel entonces).
Es hora de que todos asumamos nuestra responsabilidad con el reto del crecimiento y de sacar a millones de peruanos de la pobreza.
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