Escribe: Martin Naranjo, presidente de la Asociación de Bancos del Perú.
En esta era de redes sociales y de información instantánea, la comunicación entre nosotros está atravesando un cambio enorme y mucho más rápido de lo que podíamos imaginar. La comunicación masiva está siendo desintermediada. Conforme las redes sociales se hacen más relevantes en nuestras vidas, nuestra conversación como sociedad ha estallado en millones de conversaciones. Ya no formamos opinión conjuntamente, ni la formamos con la misma información; la formamos al interior de grupos en los que terminamos afiliados virtualmente, muchas veces de manera involuntaria, por algoritmos de recomendación que nos agrupan en función de nuestras preferencias y opiniones.
Los medios masivos ya no contribuyen de igual manera a la convergencia cultural. Hoy nuestra atención está fragmentada y nuestro sentido de comunidad y de realidad se filtran a través de las redes sociales. Poco a poco hemos ido polarizando nuestras opiniones, poco a poco estamos siendo arrinconados en mundos muy lejanos y distintos entre sí, pero de gran afinidad interior. Las distancias de opinión intergrupos son inmensas y las distancias intragrupos son mínimas.
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Además de desintermediar, aislar y polarizar, la información instantánea nos está llevando a interactuar en un mundo cada vez más complejo, de mayor inestabilidad y de menor predictibilidad. La tecnología de comunicaciones actual ha sido capaz de anular tiempos y distancias. El ciclo de la noticia ha colapsado. Hoy, la noticia, los testimonios de los involucrados en la noticia, la opinión de los expertos, la valoración de la opinión pública y la decisión política suceden, para todo propósito práctico, inmediata y simultáneamente. La difusión viral de información a través de las redes sociales influye en la opinión pública en tiempo real, generando más incertidumbre y haciendo más difícil la toma de decisiones en la gestión de cualquier crisis. Ya no es posible entender a cabalidad los problemas que enfrentamos en común porque cada grupo tiene una versión distinta que, además, cambia demasiado rápido. Hoy las redes sociales son “la cola que mueve el perro” para la comunicación masiva.
Al mismo tiempo, cada vez hay disponibles más datos sobre cada aspecto de nuestras vidas. Nuestras transacciones, desplazamientos, preferencias, opiniones y hasta nuestras conversaciones personales están disponibles después de unos cuantos clics. La complejidad en los problemas que enfrentamos no se resuelve con más información; más bien, requiere que formemos mejor nuestro juicio y que evaluemos mejor la incertidumbre. Las dificultades no se originan porque tengamos muy poca información, sino, al contrario, porque tenemos demasiada información.
En esta nueva ola digital, la desintermediación impulsada por la tecnología también remodela nuestras interacciones. Internet y las redes sociales han democratizado el acceso a la información, pero también han exacerbado la propagación de noticias falsas y desinformación. Esta propagación contamina la esfera informativa y contribuye a acentuar la polarización y la fragmentación. Así como los billetes falsos socavan la confianza en la moneda, la facilidad con la que hoy se pueden difundir bulos o teorías de conspiración también socava la confianza en los medios de comunicación y genera más divisiones entre nosotros.
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En la medida en que la democracia es esencialmente una conversación crítica que requiere de respeto mutuo para la búsqueda pacífica de acuerdos, esta desintermediación de las comunicaciones implica también una potencial desintermediación en la representación política. Las tecnologías actuales y en desarrollo necesitan cada vez menos de los canales y de las instituciones tradicionales para crear capacidades de organización, de movilización y de representación. Las posibilidades de participación ciudadana directa en plataformas en línea son cada vez más evidentes.
Esta nueva ola tecnológica, entonces, plantea desafíos importantes. Si bien ofrece nuevas oportunidades para la participación ciudadana y mayor acceso a la información, también puede afectar nuestra cohesión. La desintermediación en las comunicaciones y la potencial desintermediación de la representación política pueden polarizar aún más el debate y fragmentar aún más nuestra sociedad. Es crucial reflexionar sobre cómo aprovechar los beneficios de la desintermediación mientras mitigamos sus riesgos y desafíos. Todo parece indicar que nos encontramos al inicio de una nueva época. El tránsito hacia esta mayor desintermediación y complejidad requiere una revisión profunda de nuestras estrategias y de nuestras formas de gestionar para movilizar mejor nuestras capacidades de pensamiento crítico.
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