
Escribe: Jorge Zapata Ríos, presidente de la CONFIEP
Escribo estas líneas desde Suiza, país con el que solemos ironizar cuando la burocracia pone exigencias a nuestros propios emprendedores. La 113.° Conferencia Internacional del Trabajo me trajo a disertar sobre la situación laboral en el Perú. Lamentablemente, no pude reportar buenos resultados, pues sabemos que, hace muchos años, la calidad del empleo experimenta poco o ningún avance, pues seguimos con ese porcentaje de informalidad superior al 70%, con su inherente carencia de empleo con derechos mínimos; situación que, siendo dramática en sí misma, se agudiza cuando analizamos su efecto sobre la productividad.
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El ejemplo podemos tomarlo del sector del transporte público, comparando un bus con capacidad para 100 pasajeros, con una combi de 10 pasajeros. El primer conductor trabaja en una empresa formal y contará con beneficios sociales. Evidentemente es más caro que el segundo, pero la empresa puede pagarle de conformidad con la ley porque transporta diez veces más pasajeros por viaje; mientras el diferencial salarial más los beneficios sociales que el segundo no recibe, quizás representen las utilidades del propietario, quien probablemente no cuente con otra fuente de ingresos. Esta situación, replicada en millones de casos, es aceptada, sabiendo trabajador y empleador que un accidente incapacitante o mortal deja en el absoluto desamparo a la familia del primero.
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Las micro y pequeñas empresas necesitan crecer para hacerse competitivas. En el caso descrito, si el propietario de esa combi contara con más vehículos, podría pagar algunos derechos y un seguro a sus trabajadores, y si lograra hacerse de una flotilla de buses de 100 pasajeros, adicionalmente daría un salto en su productividad, emprendiendo un camino hacia la industrialización.
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Pero nuestra competitividad como país también se ve limitada por su falta de infraestructura; las autopistas, trenes, viaductos y puentes que no hemos podido construir nos atan. Volviendo al ejemplo anterior, una buena infraestructura permitiría a las unidades hacer el doble de viajes en el mismo tiempo, y así nuevamente su productividad se duplicaría.
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El Perú puede retomar el crecimiento de la primera década del siglo XXI. Tenemos que hacer las reformas que faltaron y emprender una política de formalización ambiciosa. Para ello es necesario dar las facilidades y ampliar las oportunidades para que la micro y pequeña empresa se desarrollen y sean productivas. Así como construir más irrigaciones y autopistas, mejorar los accesos a los grandes puertos, atender nuestras carreteras de penetración, y nuestra infraestructura dedicada al servicio social (comisarías, hospitales, escuelas). Hace tiempo que los recursos no son el principal problema, sino la corrupción y la incapacidad del Estado para proveer de buena infraestructura y servicios a la ciudadanía y para crear el ambiente adecuado para un desarrollo sostenible. Por eso es fundamental que se recomponga el ecosistema que promueva la inversión privada dentro de una política de Estado sostenida, con un marco legal adecuado a la realidad y con una estabilidad que dé confianza a emprendedores e inversionistas de todo tamaño. La formalización e industrialización no se decretan, se construyen.