Escribe: Enrique Castillo, periodista.
La reducción de la calificación crediticia del Perú anunciada por la calificadora S&P Global Ratings pone al país en una situación complicada. Pero de eso parecen no querer darse cuenta quienes tienen hoy en sus manos la conducción del país, el Congreso y el Poder Ejecutivo.
Las consideraciones para esta decisión no han sido solo económicas, sino también políticas, y se refieren a la cada vez mayor inestabilidad política que vive el país, la que muchos prefieren y con la que se sienten tan cómodos.
La gran pregunta es ¿cómo resolvemos el problema de la inestabilidad política?
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En gobiernos pasados el gran problema era el enfrentamiento entre el Ejecutivo y la oposición, normalmente situada en el Congreso. Los enfrentamientos entre ambos poderes podían ser de baja intensidad o de confrontación abierta, dependiendo del número de miembros de las bancadas no oficialistas. Obviamente también dependía de la calidad de los parlamentarios y de su manejo político.
La inestabilidad política de PPK, que se puso en evidencia desde el primer día, tuvo directa relación con el número de congresistas de Fuerza Popular y con su actitud. La guerra entre el Ejecutivo y el Congreso no tuvo pausa. La caída de Pedro Castillo tuvo directa relación con los manejos entre parlamentarios de Perú Libre y el Gobierno, y no fue producto de las numerosas marchas en las calles o de las mociones de vacancia.
En otros casos, un poco más atrás, la oposición se hacía desde los partidos políticos, que tenían la capacidad para poner a los Gobiernos contra las cuerdas si la situación lo ameritaba o si la generaban a propósito, y los alfiles eran los parlamentarios que ejecutaban lo que se disponía en los locales partidarios.
Pero hoy se da un caso muy curioso, el Gobierno no tiene al frente a una numerosa y fuerte oposición política partidaria o parlamentaria. Al contrario, los partidos o movimientos fuertes que quedan han decidido apoyar, abierta o disimuladamente al Gobierno.
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Las bancadas fuertes (Fuerza Popular, APP, Perú Libre) defienden, son permisivas, o se hacen los indiferentes cuando se trata de “errores” o “irregularidades” que nacen en el Ejecutivo. No son oficialistas en rigor, pero lo parecen. Y, en todos los casos, estas bancadas, así como algunas otras más pequeñas, defienden la permanencia de la presidenta hasta el 2026. No hay pacto ni acuerdo explícito, pero hay “comunión de intereses”.
Los líderes políticos con más presencia o influencia en las decisiones del Congreso son Keiko Fujimori, César Acuña y (no en presencia, pero sí en ausencia) Vladimir Cerrón. Ellos son los tres líderes con más peso en la política peruana.
La gran pregunta es: ¿por qué a pesar de que el Gobierno no tiene oposición, de que tiene el apoyo tácito o explícito de las bancadas más grandes en el Parlamento, de que los líderes políticos con mayor peso político en este momento son un soporte del Ejecutivo, y de que no existen ni partidos ni políticos que pongan en jaque al Gobierno, la inestabilidad es tan grande que provoca que las calificadoras de riesgo reduzcan la calificación crediticia?
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Nunca antes la relación entre el Ejecutivo y el Parlamento ha sido tan “pacífica”. Nunca antes un Ejecutivo ha sido tan permisivo con las decisiones y leyes de un Congreso, y un Parlamento ha sido tan permisivo con los “errores” de un gobierno. Nunca antes un jefe de Estado ha tenido la plena seguridad de que no lo o la van a vacar, ni le van a hacer control político. Nunca antes (salvo a finales del primer Gobierno de Alan García) los principales líderes políticos del momento han respaldado tanto la permanencia de un presidente para que acabe su mandato. Y, aun así, la inestabilidad se siente más que nunca, y se percibe así, aquí y en el extranjero.
¿Por qué el apoyo de las principales bancadas o de los líderes más influyentes hoy no es suficiente para generar esa estabilidad que el Gobierno y el país necesitan?
¿Por qué la tan mencionada “buena” relación entre el Gobierno y el Congreso no ayuda a darle estabilidad a la economía y a la política?
¿Por qué el apoyo de Keiko Fujimori, César Acuña y Vladimir Cerrón no es suficiente para consolidar el Gobierno de Dina Boluarte?
¿Por qué el reparto de cientos de millones a los gobiernos regionales no ayuda al Gobierno a tener la ansiada estabilidad?
Una explicación podría ser que si bien la política se nutre de decisiones y de gestos, la población y los agentes económicos se dan cuenta cuando estas decisiones y gestos, más que genuinos y beneficiosos, son interesados y perjudiciales, populistas y a veces hasta irracionales.
Es imposible tener una economía sana con una mala política, por más que, de los dientes para afuera, las cosas se nos muestren como muy bonitas o muy “pacíficas”.
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