Associate Partner de Consultoría de EY Perú
En un reciente estudio realizado por EY Perú, un 65% de las empresas en el país manifiesta que implementaría tecnologías de automatización robótica en sus procesos en los próximos 12 meses, complementándose con analítica de datos para inferir tendencias, así como anticipar conductas y resultados. Es claro que nos encontramos en camino hacia una automatización inteligente, lo cual puede generar cierta inquietud y entenderse como un riesgo para el empleo de las personas.
Sin embargo, las tendencias indican que la evolución de la robótica tiende a buscar una colaboración con el ser humano en lugar de ser su reemplazo. Como resultado de esto, antiguos paradigmas se están abandonando, bajo los cuales la automatización implicaba una mayor autonomía de los robots. El mundo está migrando desde una visión futurista de sistemas aislados capaces de tomar decisiones autónomas hacia uno que involucra control compartido con los usuarios humanos, quienes deben tomar las decisiones claves basándose fundamentalmente en su criterio. Así, la automatización comienza a ser percibida como una solución que permite al usuario tener mayor control y menos riesgo sin sacrificar la autonomía y eficiencia.
Es innegable que al introducir esta tecnología en las organizaciones surgen interrogantes sobre qué sucederá con las personas que realizaban las labores que hoy en día pueden ser automatizadas. A primera vista y sin mayor análisis podríamos concluir que esto constituiría una amenaza para la fuerza laboral humana; sin embargo, hemos podido observar que en la gran mayoría de casos hay una adaptación que les permite contribuir de manera diferente a sus organizaciones: participando en proyectos de mejora de los procesos existentes o evolucionando sus habilidades para cubrir puestos de mayor valor agregado, e incluso optimizando el tiempo de trabajo de los colaboradores hasta en un 50% mediante automatización robótica (RPA), para que puedan destinarlos a otras funciones de mayor valor agregado. Claro está que, en otros casos, ha habido pérdida de ciertos empleos, generando una capa de desempleo entre aquellos que no consiguieron adaptarse para cubrir otros puestos en sus organizaciones.
En ese sentido, la Unión Europea ha lanzado recientemente un marco referencial para el desarrollo de futuras legislaciones relacionadas con el uso de Automatización e Inteligencia Artificial para, de esta manera, mitigar riesgos incluyendo a la ética como un componente clave para el uso de este tipo de tecnología en las organizaciones.
Sin embargo, debemos tener claro que estamos atravesando una evolución que no es extraña en la historia. Desde la revolución industrial, e incluso en las últimas décadas, hemos podido ver cómo el uso de tecnología y la búsqueda de eficiencia en procesos reemplazaron algunos puestos de trabajo que desaparecieron con el tiempo, o visto de otra forma, que evolucionaron para convertirse en otros que brindan mayor valor agregado. Las operadoras telefónicas, por ejemplo, dejaron de ser necesarias cuando se posibilitó el discado directo, pero evolucionaron hacia roles como operadores de call centers o venta telefónica. En el caso de la mensajería física de correspondencia, si bien no ha sido totalmente reemplazada por el correo electrónico, ha abierto oportunidades a pequeños comercios para contar con servicios logísticos de entrega a consumidores finales, también habilitados por la tecnología.
La innovación no es enemiga del empleo, sino que puede ser una poderosa aliada; abre nuevas oportunidades para quienes utilicen su ingenio y habilidades para aprovecharla al máximo, apalancándose en la tecnología. Aquí corresponde a cada persona estar alerta y adquirir aquellas habilidades que no sean susceptibles de ser reemplazadas por la tecnología. Esto lo vemos en los resultados del estudio de madurez digital, realizado por EY, donde el 25% de las empresas considera que la falta de trabajadores con habilidades adecuadas es uno de los mayores desafíos para emprender su proceso de transformación digital.