Periodista
En los últimos meses hemos visto, entre sorprendidos y fastidiados, como una asociación económica, muy beneficiosa para sus miembros y con muchísimo potencial para sus empresas y ciudadanos, se ha visto envuelta en un enfrentamiento político generado por posturas ideológicas que están sumamente alejadas del espíritu que animó esta alianza y por majaderías de presidentes como el de México, que se niega a cumplir, irresponsablemente, con acuerdos internacionales que están firmados entre Estados, y que trascienden las posturas personales.
La Alianza del Pacífico surge como una alternativa a un Pacto Andino que se vio debilitado, precisamente, por criterios y posiciones políticas que marcaban, entre sus miembros, diferencias casi irreconciliables en el manejo económico. Por eso, y para no patear la misma piedra dos veces, se buscó reunir a economías parecidas o que podían compartir los mismos fundamentos.
Es obvio que el presidente de México, con la complicidad manifiesta del presidente de Colombia, encontró una forma de provocar y fastidiar al nuevo Gobierno del Perú internacionalmente, amplificando sus lamentables, falaces y penosos argumentos, así como sus intromisiones en la política interna de nuestro país.
Esto último nos molesta y nos indigna, pero debemos recordar que no es el primer presidente extranjero que lo hace. Solo hay que recordar las largas, abundantes y duras expresiones que lanzaba Hugo Chávez en pleno proceso electoral peruano. Lo que pasa es que lo dicho por el expresidente venezolano de aquella época siempre recibía una respuesta inmediata y contundente de Alan García, por ejemplo.
No entregarle la Presidencia Pro Tempore a la presidenta del Perú le ha permitido hacer escalar continentalmente su majadería al mandatario mexicano y le ha abierto numerosos espacios y titulares en una gran cantidad de medios de comunicación del continente, jugando al alimón y casi simultáneamente con su par colombiano y un expresidente boliviano, sin la contundente respuesta que merecen.
Es indudable que, como dijimos líneas arriba, el presidente de México incumple irresponsablemente un acuerdo internacional, traiciona el espíritu de la alianza y pone de manifiesto su majadería. Pero, lamentablemente, no hay forma de arrancarle la Presidencia Pro Tempore. Hay que saber enfrentar la situación.
Lo interesante de este tema es que si bien se ha amplificado la negativa actitud de los presidentes de México y Colombia, esto no ha afectado las relaciones comerciales ni empresariales entre los cuatro países miembros. Podemos decir que las cosas se han manejado en cuerdas separadas. El problema político es un asunto entre AMLO, Petro y Dina Boluarte (Boric ya tomó distancia), mientras que los negocios y las relaciones comerciales han seguido su curso en otra vía.
Es verdad que no se han logrado mayores avances ni se han discutido nuevas iniciativas para perfeccionar lo que se tiene, asunto que les compete a los Gobiernos, pero la alianza ha seguido caminando y eso es lo que hay que defender.
Por eso hay que pensar bien en cómo actuar. Patear el tablero y boicotear la alianza no es una buena solución. Seguir reclamando la Presidencia Pro Tempore a voz en cuello, tampoco, porque AMLO podría entregar esa presidencia, pero con Petro podrían boicotear las reuniones o vetar las iniciativas, paralizando, ahí sí, el caminar de esta asociación.
Quizás hay que buscar una solución más aterrizada y realista. Y ahí Chile podría jugar un papel fundamental, como mediador o como intermediario. Chile podría recibir la Presidencia Pro Tempore para entregársela inmediatamente al Perú o podría recibirla ahora, ejercerla y, excepcionalmente, entregársela luego al Perú, alterando justificadamente el orden.
Lo otro, y en última instancia, es olvidarnos de la Presidencia Pro Tempore esta vez y dejar que AMLO se quede con su pelota, como lo hacía Quico llorando solo en su esquina. Porque lo que hay que defender es la Alianza del Pacífico, que es la alianza de millones de empresas y ciudadanos.
Toca al Gobierno y a la Cancillería del Perú tomar una posición y, como hemos dicho antes en esta misma columna, elaborar una estrategia para responder a los presidentes de México y Colombia. No se percibe energía ni decisión en la actitud del Gobierno peruano cuando se trata de responder. Y, en este tema, se puede hacer desde aquí mismo. AMLO interviene en asuntos internos del Perú desde su sede de Gobierno y Petro hace los mismo sin salir de Colombia. Y ambos ganan muchos titulares a nivel internacional.
Lo que no quiere decir que no se deba evaluar la necesidad de que la presidenta viaje a participar de ciertas cumbres, como la de APEC, considerando que el Perú será el próximo año sede de APEC. Pero ese es otro debate.
Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor.
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