Directora Adjunta de Personas y Organización en MAPFRE Perú
Es verdad, cada vez se habla más de la necesidad de establecer entornos laborales seguros y libres de violencia de género; sin embargo, según la herramienta ELSA, hasta marzo de este año, el 34% de mujeres peruanas reveló haber sido víctima de hostigamiento sexual laboral en los últimos 12 meses. ¿Qué pasa entonces?
La tarea no es sencilla. Abordar la violencia de género requiere un enfoque integral que abarque políticas claras, capacitación, sensibilización, apoyo a los empleados y un compromiso firme por parte de la empresa para crear una cultura organizacional segura y respetuosa para todos. Pero el mayor reto está en convertir a los colaboradores en agentes de cambio, y esta trasformación cultural no es cosa fácil.
Por ello, es fundamental generar espacios de diálogo, reflexión y formación, donde se hable abiertamente sobre estos temas, evidenciando la realidad y consolidando comités especializados. La iniciativa ELSA, a la que pertenecemos junto con otras empresas comprometidas con esta causa, es un claro ejemplo de cómo se puede impulsar una cultura libre de violencia que se expanda en toda la organización.
Para fomentar una cultura laboral más inclusiva y libre de violencia de género, es importante implementar sistemas de prevención de acoso y hostigamiento sexual, reforzar el respeto mutuo y eliminar estereotipos. Debe haber un espacio seguro para denunciar incidentes que atenten contra la igualdad y representen un riesgo para las mujeres. La existencia de comités de hostigamiento y buzones de denuncias anónimos, junto al apoyo psicológico son medidas que deben estar disponibles en toda empresa.
Sin embargo, como todo cambio, erradicar la violencia de género en ámbitos como el laboral también enfrenta algunos desafíos. La cultura corporativa y los estereotipos de género pueden ser vistos como obstáculos a superar, al igual que la falta de confianza en los procesos internos de denuncia. Las empresas deben comprometerse a superar estos desafíos, proporcionando recursos, formando constantemente a sus colaboradores para visibilizar la violencia en sus diferentes formas y apoyando a construir entornos laborales seguros e inclusivos. En este sentido, el papel de los líderes y la alta dirección es crucial. Su compromiso y participación en estrategias y políticas de prevención marcan la diferencia para lograr cambios rápidos y efectivos.
El compromiso de las empresas en la eliminación de la violencia contra la mujer no solo es una responsabilidad social, sino una inversión en la construcción de un futuro más equitativo y respetuoso para todos. La transformación comienza en los entornos laborales, y es hora de que todas las empresas se sumen a esta lucha y asumamos la parte que nos toca para construir juntos un mundo más seguro.