Director de Phase Consultores
En los años 60, Arthur Okun (quien también estableció la “ley” que plantea una relación inversa entre la tasa de desempleo y el ritmo de crecimiento de una economía) ideó un indicador al que denominó “índice de miseria” (IM). Este consiste en sumar las tasas de inflación y de desempleo, de modo que, al comparar distintas economías, la que obtuviera un mayor valor para este indicador sería la que en peor situación se encuentre.
Es un índice simple y frecuentemente utilizado. Sin embargo, una de las críticas que siempre tuvo que enfrentar es que la tasa de desempleo es sensible al ciclo económico, de modo que una economía en expansión el desempleo puede crecer si es que las personas desalentadas, que voluntariamente habían salido del mercado laboral, pasan a ser más bien demasiado optimistas y vuelven a buscar empleo activamente pese a que siga siendo probable que no lo consigan.
A partir de una reformulación del IM, estimamos -con datos desde 2004- un indicador de alcance regional que hemos denominado Índice de Malestar Macroeconómico (IMM). Este consiste en sumar la tasa de inflación (de la capital o principales ciudades de cada departamento) y el porcentaje de la población en edad de trabajar que no dispone de empleo adecuado, lo que engloba subempleados, desempleados y desalentados. Como estas variables se mueven en rangos distintos, las hemos reescalado y expresado en términos relativos (de 0 a 100); así, una observación con valor de 100 indicaría que se ha registrado al mismo tiempo la mayor inflación y el mayor empleo inadecuado de la muestra, mientras que una con valor 0 mostraría a la región con el mayor empleo adecuado y una inflación en línea con la meta del Banco Central (entre 1% y 3%).
Al cierre del 2021, Amazonas exhibió el mayor valor del IMM (80.3), no tanto por su alto nivel de empleo inadecuado (categoría en la que la superan, entre otras, Huancavelica y Cajamarca), sino por la inflación de Chachapoyas (12.5%), mientras que el IMM en regiones como Ica, Arequipa, Tacna y Lima muestra valores entre 30 y 40; si bien son los mejores del año, indican altos potenciales de mejora.
Aunque en ninguna región el IMM se encuentra en su menor nivel (lo que era previsible, dado el contexto de alta inflación y de recuperación parcial del mercado laboral), cinco regiones (frente a quince en el 2008) se ubican en su peor nivel de los dieciocho años analizados: Amazonas, Áncash (66.8), Junín (58), Ucayali (56) y Madre de Dios (54.7). Este último dato ilustra el rápido deterioro de las condiciones económicas en esta región, pues el 2013 el índice tomó el valor de 0 (inflación de 1.9% en Puerto Maldonado y empleo adecuado para el 57.1% de su población en edad de trabajar). Cabe agregar que todas las regiones llegaron a su mejor nivel entre 2012 (la primera fue Cusco, ese año) y 2019.
La actual inflación es un fenómeno mundial y el propio Banco Central ha reconocido que no regresará al rango meta en lo que queda del año. Por ello, ahora la política económica debe priorizar la generación de condiciones que mejoren el mercado laboral, lo que significa no solamente alentar la inversión privada, sino dinamizar la ejecución de inversión pública y focalizarla en la búsqueda de proyectos con alta rentabilidad social que interactúen eficientemente con el sector privado, sobre todo en las regiones más rezagadas o con mayor deterioro reciente de su desempeño. Esto incluiría reformular el Plan Nacional de Infraestructura para la Competitividad (PNIC), planteado antes de la pandemia. De no ser así, el malestar macroeconómico seguirá siendo elevado.