PAD, Universidad de Piura
Me comentaba un empresario amigo: “Tras cuernos, palos, como dice el refrán; pero ¿qué hemos hecho mal para estar en esta situación?”.
Sí, los males parece que sobrevienen unos a otros. Primero, la pandemia cruel, con tanto desastre, de manera especial en vidas humanas. Adicionalmente, con un indudable daño a la economía nacional y, peor aún, a la economía doméstica, personal. Y ahora, esta incertidumbre política que nos pone frente a un posible escenario absolutamente inconveniente para las personas, las instituciones y el país. Hay quienes, ignorantes, no saben el precipicio al que pueden ir; otros, ingenuos, se dejan llevar por promesas de paraísos que no existen; y otros, los peores, caudillos de toda esta comparsa.
La prosperidad de un país radica en su capacidad de producir riqueza, la que no se obtiene quitándosela a otros ni cerrando la frontera a quien pueda aportar al desarrollo desde el exterior. Un país necesita estar abierto al mundo para comerciar, para recibir lo que internamente no produce. El pensamiento marxista en economía, que sostiene que lo extranjero es malo y el Estado dirá qué producir, cómo, cuándo y por quién es, a todas luces, absolutamente inoperante, inútil, ineficaz; tan desacertado que no ha tenido resultados, siquiera mediocres, en ningún lado.
Pero lo peor es que se basa en la dialéctica hegeliana de tesis, antítesis y síntesis, que destroza la capacidad humana más valiosa: la libertad. Solo las bestias por sí no tienen libertad. Decía Juan Pablo II que “ser libre es querer y poder elegir aquello que debo elegir, y elegirlo de verdad”. Veamos: quienes quieren elegir, pero no saben aquello que deben elegir son ignorantes; es lo común en muchas personas. Por eso, tanto la falta de instrucción como de formación son causa de buena parte de los males de cada nación y, por lo tanto, enmendar esto es tarea pendiente y un enorme desafío. Quienes saben lo que deben elegir, y pueden, pero no quieren, son gente sin voluntad, perezosos, viciosos o cenutrios. Esto es más difícil de corregir, ya que la voluntad es una potencia que necesariamente debe ser “actuada” por cada uno. La inteligencia, si bien debe estar abierta por cada uno, es permeable a la formación.
Por eso, y volviendo a la inicial pregunta de mi amigo, seguramente se han hecho mal unas cuantas cosas, pero, sobre todo, no se ha hecho lo que se debía hacer. También aquí puede haber ignorancia y falta de voluntad. Las empresas son creadoras de riqueza, pero requieren un ambiente de apertura económica, de libre competencia, de libertad económica básica que, como es lógico, no excluye la necesaria, conveniente y adecuada regulación. Los empresarios deben estar más abiertos a las necesidades de su entorno, con creatividad y, por supuesto, con generosidad. El concepto de “valor compartido” es fundamental, y debe ser asumido, de verdad, sin excusas y con magnanimidad por los directivos. Recordemos que la persona no vale por lo que tiene, sino por lo que es. Y ese valor propio es lo que le infunde sentimientos nobles y acciones loables.
Aquí y ahora hay mucho por construir, y para eso hay que remover la tierra enferma y quitar la maleza para que este país crezca en vez de secarse. El mejor fertilizante es la verdad. Nada bueno puede construirse sobre una mentira, y ya no se puede admitir más mentira. Por eso, a mi amigo, le dije: Vamos a ver qué podemos hacer, nosotros y quienes nos rodean, por el bien de todos y para mejorar en todos los órdenes.