
Escribe: Enrique Castillo, periodista
José Jerí goza de una buena aprobación en las encuestas. Las cifras en dos sondeos sucesivos han estado en alza. Y luego del 3% de aprobación de Dina Boluarte, alcanzar un 55% parece notable, sobre todo después de un inicio accidentado, viniendo de este Congreso, y con una etiqueta nada agradable.
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Sus actitudes, diametralmente opuestas a las de su antecesora, y su presencia casi permanente en las calles, en los penales, y con los medios de comunicación, aunque siempre al paso y respondiendo preguntas al vuelo, le han permitido una aceptación importante de un grueso sector de la población. Pero hagamos la aclaración, la aprobación actual es la percepción que la población tiene de José Jerí, no del gobierno, ni de los ministros, no de las políticas que implementa el gobierno.

Esta situación actual ha polarizado también al país. Hay quienes señalan que José Jerí está haciendo una muy buena gestión, poco menos que impecable; mientras que otro grupo lo critica por una gestión personalista, basada solo en estrategias de comunicación o marketing personal, en lo superficial, y el “figuretismo”.
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Un buen nivel de aprobación en las encuestas genera varias cosas positivas: cierta estabilidad, sobre todo en un país como el nuestro y luego de una situación tan caótica políticamente; cierta tranquilidad, que permite administrar el gobierno sin la espada de Damócles de la vacancia, que aquí se volvió moneda corriente; y cierta legitimidad, que significa un respaldo ciudadano que sirve de mucho para tomar decisiones, sobre todo cuando no se tiene ni un partido fuerte, ni una bancada determinante detrás.
Pero, nuevamente, la aprobación en las encuestas es solo la percepción de la población, y es coyuntural, temporal, y puede ser efímera. Un error, un escándalo o simplemente el descubrimiento de la verdad, puede hacer que esa aprobación se reduzca considerablemente o se esfume de un día para otro, porque la percepción puede pasar de positiva a negativa, así como pasa de negativa a positiva tan rápidamente, y con solo gestos o unas cuantas actitudes.
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¿Cuál es el riesgo en una situación como esta?, son varios, y algunos ya se dejan ver.
En primer lugar, que se convierta en una gestión personalista, dedicada, primordialmente, a elevar y darle valor a la figura de José Jerí, convirtiéndolo en el eje de todo lo que se haga y se diga desde el gobierno, algo que ya se está viendo en la actualidad. En buena cuenta, que no se gobierne en función de lo que el país necesita realmente, sino en función de lo que necesite José Jerí.
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En segundo lugar, que la aprobación en las encuestas se convierta en una adicción en el Despacho Presidencial, y que esa adicción por querer más y más aprobación impida que se tomen decisiones que son realmente importantes para el país, y que no siempre son populares. Una situación como esta genera que, por el contrario, se busque atender y promover solo lo que le convenga a José Jerí en las encuestas, y se “pateen” otras decisiones urgentes, para que las atienda otro poder del Estado, o el siguiente gobierno.
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De hecho, hay varios temas que no son enfrentados por el gobierno, y que requerirían su atención urgente. Desde aquellos que generan un gran debate nacional, como la tan ponderada consulta a la OEA y a otros organismos internacionales sobre el asilo de Betsy Chávez, que puede demorar tanto que muy probablemente quede para el siguiente gobierno; pasando por la derogatoria de las llamadas leyes pro-crimen, sobre las que José Jerí ha pedido un debate nacional, que ya sabemos cuanto demoraría y en qué acabaría; el REINFO, que según dicen también está en una amplia consulta; la venta ambulante de chips telefónicos, donde no se quiere tocar ni arrinconar a las empresas operadoras; hasta llegar a la evaluación del Estado de Emergencia, que se ha venido postergando, quizás para no admitir que, a pesar de todos los anuncios y publicitados ajustes, no ha servido para hacer que la delincuencia, las extorsiones, y los asesinatos disminuyan. Y hay otros no tan menores, como la situación del Jefe del Inpe y de algunas otras personas que forman parte del entorno más cercano de José Jerí.
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La legitimidad de la que hablamos líneas arriba es justamente para tomar decisiones, y no para postergarlas. Y una gestión gubernamental se evalúa precisamente por los resultados que surgen como consecuencia de las decisiones que se toman para implementar las políticas públicas y enfrentar los problemas más urgentes que angustian a la población. Si a pesar del discurso grandilocuente y de las actitudes la gestión no se ejecuta y los resultados no acompañan, la percepción y la aprobación caerán inevitablemente, porque la decepción y la frustración castigan muy rápido a los políticos.
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Otro riesgo es el de empezar a dirigir la gestión presidencial y gubernamental como si fuera la trayectoria de un “influencer” o de un gran artista, que necesita de aparecer a toda hora y por todo lugar, pero de manera fugaz y fulgurante, a fin de tener la mayor cantidad de “likes”. El anuncio de la “gira” por tres meses por todas las regiones, así como los instrumentos de comunicación que la anunciaron, son un buen ejemplo de lo que señalamos.
José Jerí tiene un buen “capital” político en ese 55% de aprobación, la pregunta es: ¿qué quiere hacer con este? ¿Quiere utilizarlo en beneficio del país o en beneficio personal?








