Presidente de Capeco
Puede ser discutible que el modelo económico soportado por la Constitución vigente requiera de algún ajuste, pero ese no es el mayor de nuestros problemas como país. El modelo económico es el que permitió que reduzcamos en 40% el nivel de pobreza en 20 años. Ese es un logro que no debería requerir mayor discusión. Pero se cuestiona, porque hábilmente los políticos de izquierda tergiversan la realidad y nos quieren hacer creer que la falta de hospitales, escuelas, carreteras, irrigaciones y demás obras necesarias para el pueblo parezcan carencias producidas por el modelo económico.
No se puede negar que hay habilidad en un sector de la política para vender un discurso falaz y hacerlo parecer auténtico. Pero la realidad es otra. Es el modelo político el que ha fallado y estrepitosamente. No hemos construido, como país, un sistema político que asegure que los partidos presenten buenos candidatos para que los ciudadanos elijan buenas autoridades, y que estas a su vez ejecuten las obras necesarias para sus pueblos, a través de gestiones honestas y comprometidas. Por el contrario, nos hemos ido acostumbrando al deterioro constante y sostenido de ese decadente sistema.
Las casi 2,400 obras paralizadas a nivel nacional por un valor de más de S/ 30,000 millones; los más de S/ 20,000 millones que la Contraloría calcula se van anualmente en corrupción; la casi veintena de gobernadores regionales denunciados o sentenciados por corrupción; la incorporación de Castillo al abultado grupo de expresidentes investigados; la casi nula representación que tienen los partidos políticos en la ciudadanía y un largo etcétera son clara evidencia de que es el modelo político y de gobernanza lo que ha fallado en el Perú y no el modelo económico.
Un ejemplo que grafica claramente dónde se encuentra el problema está en el hecho de que ciudades como Cusco, Puno, Arequipa y otras del sur no tengan acceso masivo al gas de Camisea. Hay que ser necio o poco honesto para sostener que esta carencia es consecuencia del modelo económico, y no porque la obra “Gaseoducto del Sur Peruano” fue paralizada por problemas de corrupción; la inmensa fila de costosos tubos de gran dimensión, al lado de la explanada en donde debían instalarse, son mudos testigos de esta calamidad. La pregunta que cabe en estos momentos ante la dramática convulsión que vive el sur del país es la siguiente: ¿cómo sería la realidad de esas regiones hoy, de haber llegado en su momento el gas, con sus conexiones domiciliarias y plantas industriales abasteciéndose de dicho insumo?
El Perú tiene un déficit de infraestructura muy grande, el cual retrasa el desarrollo al quitarnos productividad y competitividad; pero en lugar de ejecutar las inversiones necesarias para ir cerrando la brecha, acumulamos obras que se quedan a medias y por lo tanto sin ninguna utilidad. Es conocido, además, que la obra pública y el desarrollo de obras de infraestructura son las mejores herramientas económicas para estimular el crecimiento y el empleo; sin embargo, no somos capaces de utilizar esta herramienta por incapacidad de nuestros gobernantes.
Desde la Cámara Peruana de la Construcción seguiremos llamando la atención y explicando las verdaderas razones del atraso en la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos. Es imperativo superar el drama de no contar con un sistema político íntegro y con una adecuada gobernanza que pueda resolver los problemas de la gente. Y no nos sigamos engañando: no es el modelo económico, el problema.
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