Por Ricardo de la Piedra, socio del Estudio Muñiz
Hace unos días hubo un intercambio de tweets entre la usuaria MacKenzie Fegan y la conocida línea aérea estadounidense low-cost JetBlue, lo cual puso en modo de alerta a muchas personas. En dicho tweet, la pasajera alertaba que en el embarque de un vuelo internacional en la mencionada aerolínea, en lugar de escanear su boarding pass y cotejar el nombre con el pasaporte, la hicieron mirar a una cámara, e inmediatamente después se abrió la puerta para embarcar.
¿El reconocimiento facial ya reemplazó a los boarding passes? ¿Otorgué mi consentimiento para esto? Se preguntó la usuaria.
Lo cierto es que la innovación se mueve rápidamente y en algunos casos puede generar algo de desconfianza para algunos incrédulos de tanta maravilla. El uso de biometría viene siendo utilizado por gobiernos y por entidades privadas hace bastante tiempo, cada quién desarrollando sus propias medidas de seguridad y diferenciación. El asunto es que, en este caso ¿cómo podría haber obtenido la aerolínea la información de la pasajera? Al ser consultada, JetBlue respondió que este sistema ha sido desarrollado por la empresa a través de la información proporcionada por la base de datos del US Customs and Border Protection Federal Agency, es decir, migraciones.
¿Cómo así el gobierno compartió los datos que uno confiadamente le otorga al oficial de migraciones con una empresa privada? Luego, JetBlue desmintió que recibiera los datos, sino que simplemente se “interconectaban” con dicha información, y que esta nunca estaba siendo custodiada o tratada por la aerolínea; y que principalmente el sistema lo que buscaba era la comodidad del usuario.
Lo anterior abre un debate bastante grande (y rico) sobre (i) el derecho a la seguridad de las personas y el uso de innovación para hacer más eficientes (y seguros) los vuelos a través del uso de instrumentos de reconocimiento facial; y, (ii) el derecho a la privacidad de la información y a la protección del uso y tratamiento de datos que una persona le otorga a una agencia gubernamental.
Tim Cook, heredero de Steve Jobs como CEO de Apple (y una persona con reconocida capacidad para la innovación y tecnología) ya había hecho hincapié en que innovación digital, tecnología y derecho tienen que ir de la mano. En octubre del año pasado. en Bruselas solicitó mayores regulaciones y control de la privacidad de la información más estrictas para Estados Unidos, señalando que las plataformas y algoritmos que prometieron mejorar nuestras vidas pueden magnificar las peores tendencias humanas, y que empresas y gobiernos vienen utilizando esa información en contra de los ciudadanos. Llegó incluso a describir que “nuestra propia información está siendo utilizada como arma contra nosotros, con eficiencia casi militar”.
Para aterrizar un poco el asunto a nuestra realidad, en el Perú tenemos una ley y reglamento de protección de datos personales que, entre otras cosas, busca garantizar el derecho fundamental de las personas a la protección de su privacidad, estableciéndose que el tratamiento de sus datos personales sea proporcional y seguro, de acuerdo con finalidades consentidas por tales personas o habilitadas por ley, previniendo así que tales datos sean objeto de tráfico o uso ilícito. Estas normas imponen obligaciones sobre las empresas para que aseguren un adecuado tratamiento de los datos personales de sus clientes, proveedores, trabajadores y otras personas vinculadas a su actividad.
En estos tiempos modernos, acelerados y tecnológicos, parece que la privacidad ha pasado a segundo plano. Es función de la tecnología e innovación mejorar los procesos y modernizar a la sociedad, y es función del derecho tratar de mantenerse a la par con dicha velocidad para que, tanto privacidad como tecnología e innovación, coexistan siempre en beneficio del usuario. No obstante, ello, y más allá de la posición que se tome respecto a lo planteado, ninguna regulación va a servir eficientemente si los propios usuarios siguen aceptando compartir toda su información con apps maliciosas para saber, por ejemplo, “qué personaje de Game of Thrones eres” o “cómo te verás de aquí a 30 años”.