
Escribe: Jorge Beingolea, director de Soluciones de Portafolio en Credicorp Capital Asset Management
La asunción de Sanae Takaichi a la jefatura de gobierno de Japón ha generado en los mercados financieros la expectativa que se implemente un conjunto de políticas públicas expansivas.
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Al haber sido una miembro influyente del segundo gobierno del ex primer ministro Shinzo Abe (2012-2020), muchos observadores consideran probable que Takaichi trate de replicar en cierta medida las “tres flechas” que marcaron la pauta de la política económica durante ese periodo: estímulo fiscal, estímulo monetario y reformas estructurales que potencien el crecimiento a largo plazo. Dado que gran parte del último mandato de Abe vio un rally de las acciones japonesas, tasas de interés de largo plazo negativas y depreciación del yen, ¿cuán razonable sería esperar un comportamiento similar en este caso?

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Es importante tener en cuenta que el punto de partida para el gobierno de Takaichi es considerablemente distinto al que enfrentó el segundo gobierno de Abe. En primer lugar, el Partido Liberal Democrático (PLD), al cual pertenece Takaichi y pertenecía Abe, no tiene mayoría parlamentaria, a diferencia de lo que sucedía el 2012. Por lo tanto, lograr la aprobación de medidas fiscales o reformas estructurales agresivas será bastante más retador.
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De la misma manera, luego de la pandemia Japón parece haber salido de la espiral inflacionaria en la que estuvo sumido desde los años 90 y que justamente motivó el conjunto de medidas de estímulo implementadas por Abe: la inflación núcleo lleva tres años superando la meta de 2% del Banco de Japón, mientras las negociaciones salariales lideradas por los principales sindicatos del país llevan dos años logrando aumentos por encima de 5% anual. En ese sentido, no parece tan necesario implementar mayor estímulo fiscal, y es poco probable que el Banco de Japón se muestre dispuesto a cambiar el curso de la política monetaria -es el único banco central de un país G10 que actualmente está en un ciclo de subidas de tasa de referencia-, teniendo en cuenta además que el desempleo se encuentra cerca al mínimo observado durante los últimos 40 años.
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Por último, dado el contexto de tensiones comerciales observado este año, una política monetaria laxa que lleve al yen a un nivel aún más bajo que el actual seguramente provocaría una respuesta ácida por parte del gobierno de Trump: Japón opera con un superávit de cuenta corriente de casi 5% de su PBI, el cual probablemente aumentaría con una depreciación adicional del yen e incomodaría al presidente de EEUU. Así, relajar la postura monetaria podría traer como consecuencia una nueva ola de aranceles contra las exportaciones japonesas y un consiguiente deterioro en la confianza del consumidor y el empresariado, lo cual neutralizaría cualquier efecto positivo de devaluar la moneda.
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En consecuencia, el yen y las tasas de interés podrían más bien verse presionados al alza durante el gobierno de Takaichi. En cuanto a las acciones, es razonable esperar que sigan mostrando una tendencia positiva, teniendo en cuenta que el ímpetu de las utilidades corporativas y los altos márgenes pueden recibir un envión adicional del estímulo fiscal que busque implementar el nuevo gobierno; asimismo, las bajas valorizaciones de las acciones japonesas con relación a las estadounidenses pueden generar demanda en búsqueda de diversificación fuera del S&P 500.







