
Escribe: Patricio Valderrama Murillo, experto en fenómenos naturales
Las estaciones ya no son lo que solían ser, pero este año, el invierno 2025 parece decididamente más tradicional. Según los pronósticos del SENAMHI, el país experimentará un descenso importante en las temperaturas mínimas, especialmente en la Sierra central y sur. En Lima, algunas zonas podrían alcanzar los 10 °C durante las madrugadas, mientras que en ciudades como Huancayo, Puno y Cusco, los termómetros ya comienzan a rozar los 2 °C por las noches. Este enfriamiento, lejos de ser solo un desafío climático, representa una oportunidad económica concreta para diversos sectores del país.
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El primer beneficiado es el comercio de temporada. Grandes cadenas de retail, así como emporios textiles como Gamarra, han comenzado a activar promociones asociadas con el frío: abrigos, frazadas, ropa térmica y hasta calzado de invierno han incrementado su rotación en las últimas semanas. Algunos operadores del sector estiman que la campaña invernal podría representar hasta un 20% más en ventas comparado con el mismo periodo del año anterior. A diferencia del atípico 2023 –marcado por temperaturas elevadas incluso en julio–, este invierno está alineado con lo que muchas empresas esperaban: una temporada fría y prolongada.
Sin embargo, no solo las grandes marcas se ven favorecidas. En los paraderos, mercados y calles de las ciudades andinas, los microempresarios también están encontrando su espacio. Pequeños negocios han adaptado su oferta al contexto: más bebidas calientes, guantes, gorros y hasta servicios de delivery de leña y gas. En zonas como Ayacucho, Cajamarca y Apurímac, se reporta un aumento de entre 10% y 15% en las ventas de productos asociados al abrigo o a la calefacción doméstica. Incluso los talleres de soldadura y mantenimiento de estufas a leña están recibiendo más pedidos que en años anteriores.
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Este fenómeno se explica en parte por un cambio positivo: cada vez más actores –grandes y pequeños– están incorporando los pronósticos climáticos en su toma de decisiones. El SENAMHI ha sido claro en señalar que este invierno estará influenciado por el enfriamiento progresivo del mar frente a la costa peruana, el fortalecimiento del Anticiclón del Pacífico Sur y condiciones propicias para noches despejadas y, por lo tanto, más frías. Las lluvias serán escasas, pero el descenso térmico será sostenido.
En este contexto, el clima se convierte en un aliado estratégico. Las empresas que anticiparon la demanda de productos de temporada no solo fortalecen sus márgenes, sino que optimizan sus cadenas logísticas. Las que no lo hicieron aún están a tiempo de reconvertir inventario o activar campañas ágiles. Por otro lado, la formalización progresiva de muchos micro comerciantes en regiones altoandinas les permite responder más eficientemente a la demanda, ajustar precios y mantener márgenes positivos.
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El invierno también es una oportunidad para integrar la responsabilidad social empresarial con la estrategia comercial. Varias marcas están impulsando campañas de donación de abrigo a poblaciones vulnerables, mientras promocionan sus nuevas líneas térmicas. Esa conexión entre propósito y producto no solo posiciona, sino que fideliza.
En suma, este invierno no es solo una estación meteorológica: es un contexto económico. La información climática oportuna permite que los negocios –desde los conglomerados urbanos hasta las ferias regionales– puedan capitalizar la baja de temperaturas. Cuando el clima se vuelve predecible, aún en su crudeza, se convierte en una variable aprovechable.
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Las heladas llegarán. Pero con ellas, también llegan oportunidades. Y para quienes están atentos, prepararse para el frío es también una forma inteligente de calentar la economía.
