
Escribe: Sandro Denegri, director académico del MBA con especialización en Business Analytics de Pacífico Business School
Frecuentemente escucho con inquietud cómo algunos ejecutivos dicen que resolverán un problema de su negocio con la sigla tótem: IA, para luego escuchar, ya con verdadera preocupación, cómo profesionales con sólidos conocimientos en IA les dan la razón.
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En la era de la disrupción digital, la inteligencia artificial se ha convertido en el estandarte de la innovación tecnológica. Sin embargo, su implementación en muchos sectores revela una tendencia alarmante: el uso de la IA como herramienta de remediación más que como catalizador de reinvención. En lugar de despensar los procesos (“Despensar: bienvenidos los incoherentes”, Gestión, 18 de agosto de 2021), se remiendan errores sistémicos con algoritmos sofisticados, perpetuando ineficiencias bajo una capa de aparente modernidad.

En múltiples industrias, la IA se ha convertido en una solución reactiva. Se utiliza para detectar fallas, corregir desviaciones y optimizar procesos que, en su concepción original, ya estaban mal diseñados. Por ejemplo:
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- En manufactura, algoritmos de mantenimiento predictivo identifican vibraciones anómalas en maquinaria defectuosa, pero rara vez se cuestiona el diseño del sistema que genera tales fallas.
- En logística, empresas como UPS han ahorrado más de 300 millones de dólares al año gracias a IA que optimiza rutas de entrega. Sin embargo, el modelo de distribución sigue siendo el mismo, solo que ahora más eficiente en sus imperfecciones.
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Este enfoque, aunque pragmático, es limitado. Según McKinsey, el 70% de las iniciativas de IA en empresas están orientadas a la automatización de tareas existentes, no a la creación de nuevos modelos operativos. Esto sugiere una mentalidad conservadora: se busca eficiencia, no evolución. Otro estudio, esta vez de PwC, indica que el 85% de los líderes empresariales ven la IA como una herramienta para “resolver problemas actuales”, mientras que solo el 15% la considera una vía para “reimaginar el negocio”.
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Este uso de la IA como una suerte de parche genera una complacencia algorítmica: se confía en que el sistema corregirá lo que el diseño humano no supo prever. Pero como advirtió el filósofo tecnológico Evgeny Morozov: “La solución tecnológica a menudo ignora el problema político o estructural que la originó”.
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En otras palabras, la IA puede maquillar el síntoma sin curar la enfermedad. Para trascender el paradigma del parche, es necesario que el management adopte una visión más moderna y audaz (“La inteligencia artificial y la ametralladora”, Gestión, 3 de diciembre de 2024).