De los fenómenos producidos a lo largo del primer cuarto de siglo, podemos destacar tres por su enorme importancia para el bienestar de la población. Dos de ellos, la globalización y el progreso tecnológico, fueron los principales impulsores del crecimiento económico. El tercero, el cambio climático, constituye una enorme amenaza para la sostenibilidad de ese crecimiento.
Por un lado, durante este periodo, la República Popular China se reintegró al comercio internacional después de décadas de aislamiento. Por el otro, podemos destacar el surgimiento de una tecnología que promete revolucionar la manera en la que hacemos las cosas: la inteligencia artificial (IA).
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De hecho, hasta alrededor del 2020 en que se comenzó a difundir la IA en el mundo, muchos afirmaban que este iba a ser el siglo de China y del resurgimiento del oriente. A partir de la difusión de IA, sin embargo, han surgido nuevas posibilidades. Dado que buena parte de los avances en esta tecnología han sido alcanzados por empresas norteamericanas, que los Estados Unidos cuentan con el entorno regulatorio más favorable para el desarrollo y protección de la propiedad intelectual y que cuentan con el mercado de capitales más profundo para financiarlas, la IA podría convertirse en el motor impulsor de una nueva preeminencia norteamericana a partir del 2025.
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También, sin embargo, los primeros 25 años del siglo XXI serán recordados por el poco progreso alcanzado en contener los cambios en las condiciones climáticas. Las naciones del mundo se encuentran comprometidas a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de modo que la temperatura promedio del planeta no se eleve más de dos grados centígrados y, en lo posible, no más de 1.5 grados centígrados. Para este último propósito, es necesario que las naciones del mundo reduzcan sus emisiones de GEI en 50% antes del 2030 y que la cantidad de dichos gases en la atmósfera deje de crecer en el 2050. Sin embargo, todos los países del mundo se encuentran muy atrasados en este propósito y, de no acelerarse la transformación, la elevación de la temperatura en este siglo podría fluctuar entre 2.8 y 3.2 grados centígrados haciendo que el crecimiento generado mediante la integración comercial y el desarrollo de nuevas tecnologías no sea sostenible.
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A diferencia de la integración comercial y del progreso tecnológico en los que los beneficios y los costos son asumidos en el presente por las empresas y las personas que los gestionan, en el caso del cambio climático se produce una transferencia intergeneracional de los costos que genera un beneficio a los que producen GEI hoy y un perjuicio a las generaciones futuras que tendrán que enfrentar condiciones climáticas muy adversas. Si bien los Estados pueden asumir un rol de compensación de este proceso castigando a la producción presente de GEI en función del perjuicio que se espera que estos causen en el futuro, dado que las autoridades deben su permanencia a su popularidad entre la población presente, hasta ahora los Gobiernos han asumido este rol de manera parcial solamente.
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