Prendemos el televisor o la radio y nos saturan de malas noticias. Miramos alrededor y encontramos no pocas situaciones desagradables. En el país hay escaladas nefastas de delincuencia, corrupción, injusticia. Nuestros amigos o colegas nos narran sus problemas económicos, dificultades dolorosas, problemas emocionales, psicológicos, desencuentros familiares… Esto parece un cuadro surrealista, trágico y desesperante.
Lo peor de todo sería dejarnos dominar por la tristeza, la abulia o la desesperanza, o caer en depresión. Hay que decir que, junto con lo malo y feo, hay muchísimas cosas buenas y hermosas. ¡Qué pena que las buenas noticias no sean noticia!
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Ya lo decía san Juan Pablo II: “Muchos peligros se ciernen sobre el futuro de la humanidad y muchas incertidumbres gravan sobre los destinos personales, y a menudo algunos se sienten incapaces de afrontarlos. También la crisis del sentido de la existencia y el enigma del dolor y de la muerte vuelven con insistencia a llamar a la puerta del corazón de nuestros contemporáneos. … Hoy no basta despertar la esperanza en la interioridad de las conciencias; es preciso cruzar juntos el umbral de la esperanza”.
Aquel jocoso comentario de que “en el Perú hay dos tipos de problemas: los que se resuelven solos y los que nadie puede resolver”, prefiero cambiarlo por “el que nada hace, nada consigue y el que algo hace, algo consigue”, sabiendo que siempre se puede hacer algo y, muchas veces, mucho más de lo que inicialmente pensamos. Es preciso convencerse de que la mejora de las situaciones depende mucho de nuestra actitud, empeño y constancia. Tanto el desánimo como el optimismo son contagiosos: hay que alejarse del primero y promover el segundo. Como decía la Madre Teresa: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar; pero el mar sería menos si le faltara una gota”.
¿Qué hace falta? Fomentar un clima de paz, concordia y confianza, que se consigue con verdad, esfuerzo y orden. Y cada quien, en lo que está a su alcance: mi familia, con fidelidad y cariño; mi trabajo, honesto y bien hecho; mis colegas y amigos, con respeto y ayuda. También hay buenas noticias para los próximos doce meses: la inflación y las tasas de interés están bajando; dólar estable; las inversiones crecerán un poco; el fenómeno El Niño será moderado. No somos ingenuos o ciegos para desconocer problemas y dificultades: están y estarán; tampoco somos timoratos o cobardes, huyendo o escondiendo la cabeza; pero sí nos sabemos con capacidades y condiciones para superarlos.
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Ahora que se acerca la Navidad, al contemplar los nacimientos, pensemos que el Niño Dios conocía todos los problemas que iba a padecer, y precisamente por eso vino a la tierra, para señalarnos un camino. ¡Muy feliz Navidad para todos y un mejor año 2024, con el esfuerzo de cada uno, quizás pequeño, pero valioso!