(G de Gestión) Hay quienes creen, equivocadamente, que una buena marca personal depende de cuántos likes o seguidores tienen en sus redes sociales. Eso puede funcionar muy bien para las personas que quieren ser influencers y hacerse de una carrera profesional potencialmente lucrativa en ese campo. Sin embargo, para quienes trabajamos en actividades que no están sujetas a los likes para generar ingresos regulares, este enfoque puede resultar equivocado.
La verdadera reputación se construye diariamente y en base a realidades. Si bien las redes sociales tienen un lugar cada vez más importante para hacernos existir en el mundo virtual con información publicada —e idealmente bien auditada— por nosotros mismos, la reputación profesional aún se basa en gran medida en el “boca a boca”; es decir, las referencias que de nosotros y de la calidad de nuestro trabajo, valores y actitud se dan.
A la hora de contratar o promover, por ejemplo, no se valora el número de likes o de seguidores que tenemos. Se valoran aspectos más reales, como la integridad, la inteligencia emocional, y el equilibrio personal y profesional. Y, por supuesto, los conocimientos, logros y resultados, habilidades, competencias, destrezas, entre otros. La reputación auténtica se construye en la realidad del día a día, y es la imagen profesional, que no es sino el reflejo de quienes somos en verdad, la que se afirma en cada interacción.
Los mundos virtual y real convergen. No podemos ser impecables en el trabajo y tener comportamientos cuestionables en las redes. Así, esa separación de comportamientos que muchos hacen según la red es arriesgada, ya que un análisis, cuando se quiere indagar más sobre nosotros, se efectúa mirándonos en todas las redes a la vez. Y lo ideal es no tener inconsistencias o grandes disonancias, aunque es claro que cada red tiene un enfoque diferente.
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Nos vinculamos con personas de carne y hueso, no con perfiles orientados a ser más visibles o a lucir mejor. En las redes lo que cuenta es agregar valor real a los demás, no focalizarnos en llamar la atención hacia nosotros en función de nuestro ego sin nada de valor que aportarles. Rebotar material de calidad hecho por otros reconociendo o mencionando la fuente es, por ejemplo, una buena estrategia para posicionarnos en redes si no nos sentimos cómodos creando contenido propio con frecuencia.
La coherencia es clave para la reputación. Me ha pasado no contratar a personas que, aunque se presentaban como muy profesionales, cálidas y competentes, en alguna red social mostraban un comportamiento negativo, agresivo, amargado e incluso grosero. Expresar ideas es muy válido, y hacerlo sin censura lo es también, pero siempre con respeto y buenas maneras.
Las redes no son para hacer terapia o descargar cada emoción que sentimos, y menos las negativas. Toca actuar con prudencia. Tampoco deberían ser usadas como vitrinas de autopromoción para sentirse más valorados o seguidos que el resto. Las redes, como menciono arriba, sirven para compartir información que puede ser valiosa para otros —y que les agregue valor real—, y eso es lo que genera una presencia reconocida, respetada y seguida por los demás.
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Presidente LHH DBM Perú & LHH Chile y autora de Usted S. A. (21 ediciones). Ha figurado en el top 15 Merco durante 8 años consecutivos. También es LinkedIn Top Voice, speaker, directora de empresas y ONG, y presidente de The SafeStorage Co.
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