Las expectativas empresariales en el país han comenzado el 2025 en una preocupante pendiente descendente. De acuerdo con el último reporte del Banco Central de Reserva (BCR), los indicadores que reflejan la confianza de los empresarios en la economía se han deteriorado tanto en el corto como en el largo plazo. La situación actual también muestra retrocesos significativos, y esta caída en el ánimo no es más que un espejo de la crisis de confianza que atraviesa el país.
En diciembre último, la Encuesta de Expectativas Macroeconómicas del BCR registró que las perspectivas a tres meses sobre la economía cayeron a 50 puntos, el nivel más bajo desde abril del 2024. Aunque esta cifra aún se encuentra en terreno neutral, el descenso refleja una creciente desconfianza en el entorno inmediato. Los indicadores a 12 meses también mostraron una tendencia similar: un deterioro generalizado en todas las evaluaciones relativas a la economía y a las empresas, aunque se mantengan en el tramo optimista.
Este clima de pesimismo no surge en un vacío. La combinación de un Congreso y un Gobierno que adoptan medidas populistas, como la reciente alza de la remuneración mínima vital, junto con una inseguridad ciudadana desbordada, han creado un entorno donde las inversiones encuentran cada vez más barreras. Las decisiones gubernamentales parecen responder más a urgencias políticas que a una estrategia de desarrollo sostenible, lo que agrava la situación.
Sin embargo, no todo son malas noticias. El índice de confianza de inversionistas, medido por Vistage, alcanzó recientemente su nivel más alto desde el 2017 (ver páginas 12-13). Esto indica que, pese al entorno adverso, existen sectores que mantienen una perspectiva optimista y ven oportunidades de crecimiento. Este contraste subraya la necesidad de generar un ambiente más favorable para que esa confianza aislada se traduzca en inversiones sostenidas y empleo formal.
A pesar de este panorama sombrío, las expectativas de inversión empresarial para los próximos tres meses son una de las pocas luces de esperanza, permaneciendo en terreno optimista. Sin embargo, esto no basta. La falta de un liderazgo político que brinde seguridad y claridad en las reglas de juego desalienta aún más las apuestas por el futuro.
Para revertir este escenario, es fundamental que las autoridades prioricen la estabilidad macroeconómica y promuevan un ambiente de confianza para las inversiones. Esto implica no solo combatir con seriedad el avance del crimen organizado, sino también abandonar medidas populistas que comprometen la competitividad del país y generen un creciente déficit fiscal, que el ministro de Economía, José Arista, ha relativizado.
La ruta al 2026 luce incierta, y cada mes que pasa sin acciones correctivas solo profundiza la crisis de confianza. Los indicadores del BCR son una alarma que no se puede ignorar: sin confianza empresarial, no habrá inversiones; sin inversiones, no habrá empleo de calidad; y sin empleo, la pobreza seguirá ganando terreno. El Perú necesita un cambio de rumbo, y lo necesita ahora.
Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.
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