
Escribe: Enrique Castillo, periodista
La poco sutil treta utilizada por Gustavo Petro para mejorar su situación política interna, disfrazada en una descabellada pretensión de defensa territorial de un espacio que es peruano, geográficamente y por la libre determinación de sus ciudadanos, ha generado el total rechazo desde nuestro país, pero también de un sector responsable de la política y de la diplomacia colombiana.
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Intentar ganar aprobación inventando un conflicto en fronteras limítrofes con países con los cuales se tienen diferencias políticas o viejas heridas del pasado, es una antigua “receta” que muchos gobernantes han utilizado y utilizan para tratar de salir de situaciones política y socialmente complicadas en sus propios territorios.
Petro, con severos cuestionamientos por su estilo de vida, sus resentimientos y complejos, su nefasta línea política y económica, y por su cuestionable forma de gobernar, ha ido llevando a su país a una situación delicada. Un conflicto artificialmente creado que le permita llegar hasta reuniones bilaterales, puede darle cierto rédito inmediato, como artilugio nacionalista o como distractivo.
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Pero, un intento de hacer escalar este asunto en cualquiera de sus formas, o llevarlo hasta una demanda ante La Haya, puede generarle un debate interno poco beneficioso, considerando que siempre el Perú ha sido un país muy amigo de Colombia, y que la relación de peruanos y colombianos, en general, y en la zona, es tan buena que todos ellos serían los primeros en rechazar cualquier intento alterar ese ambiente. Algo muy parecido a lo que pasó entre tacneños y ariqueños cuando se dio el fallo de La Haya.
En nuestro lado, si bien tenemos una posición muy sólida desde todos los ángulos, tampoco nos salvamos de críticas que deben tratarse internamente, pero con decisión. El descuido estatal de nuestras fronteras no es de ahora, pero se pone de manifiesto cuando se producen reclamos o discordias como la que pretende absurdamente Petro.
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En la zona que hoy reclama Petro sin ningún fundamento, los peruanos cruzan a Colombia y Brasil para ser atendidos o para comprar en mejores condiciones. La frontera peruano-boliviana es de libre tránsito en todo aspecto, como también sucede en Tumbes. Las fronteras son las más olvidadas o descuidadas, y por eso son las más vulnerables o las más influenciables por los gobiernos vecinos. No hay presencia del Estado, ni interés en hacer de ellas una muralla de peruanidad. Solo el patriotismo de los ciudadanos los mantiene muy ligados a la nación peruana.
Solo en situaciones como estas aparecen las promesas y las “iniciativas” gubernamentales, así como las “caravanas” y las “campañas” para llevar la presencia del Estado. Pero todo eso dura tanto como los titulares del supuesto conflicto. Luego de ello volvemos a la situación anterior en donde esos espacios son, literalmente, los últimos rincones de la patria.
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Esta situación creada por el irresponsable presidente colombiano, también ha puesto a prueba el gobierno remoto de Dina Boluarte, obteniendo una calificación negativa.
En un momento en el cual el insensato Petro hizo y hace un despliegue de comunicación nacional e internacional, de falsos argumentos, y de presencia física en la zona con su gabinete; el canciller del Perú y la presidenta de la República, responsable de la política exterior y Jefa Suprema de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, garantes de la seguridad externa e interna, no solo brillaron y brillan por su ausencia, y demoraron la respuesta gubernamental peruana, sino que parecían y parecen (sobre todo en el caso de la presidenta) más interesados en disfrutar de su viaje a Japón y de no perderse ni un minuto de su agenda, que de atender esto que es una emergencia diplomática y de seguridad. Otro presidente más identificado con el país hubiera acortado su estadía fuera, y hubiera regresado para atender esta situación directamente.
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Señalar que remotamente y usando la tecnología se puede seguir con atención lo que pasa en el Perú, se puede tomar decisiones y seguir gobernando con total predisposición desde el exterior, sobre todo desde otro lado del mundo, es absolutamente falso.
¿Qué hubiera pasado si Petro, o cualquiera de sus subordinados, hubieran ido un poco más allá de las palabras, y hubieran tratado de provocar una situación social o militarmente tensa?
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La relación social y económica entre Perú y Colombia es muy intensa, y si bien políticamente a nivel gubernamental hoy está deteriorada, siempre ha sido muy buena, y seguramente una vez desaparecido Petro del gobierno volverá a ser óptima. Son muchas las inversiones colombianas en Perú, y muchas las peruanas en Colombia, y son muchas las cosas que nos unen como para jugar al patrioterismo interesado o a un chovinismo trasnochado e irresponsable; así como para actuar de una manera tan ligera y tan superficial, disfrutando de agendas ajenas a las urgencias nacionales.
Hay que actuar como presidentes de la República con responsabilidad, genuino interés en el bienestar ciudadano, respeto y decoro. De lo contrario podrían convertirse en presidentes fallidos.
