
Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico.
Estamos viviendo una etapa histórica en que un imperio decae, EE.UU., mientras emerge el rival, China, que paulatinamente se va convirtiendo en el país más poderoso de la tierra.
La lucha por la supremacía mundial se viene intensificando. Ello ya lleva más de una década, con diversos zarandeos de ambos sin haber llegado a un enfrentamiento tan abierto, como el de la guerra arancelaria iniciada recientemente por Donald Trump.
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Con el nivel de tarifas que se han impuesto mutuamente, prácticamente se interrumpe el comercio entre ambos, causándose daño recíprocamente, con inmensas consecuencias para el resto del mundo. Derivaciones negativas internacionales se irán sintiendo velozmente durante el resto del año.
Efectos notorios son: 1) desglobalización; 2) crecimiento económico planetario insignificante o recesión en el bienio 2025-2026; 3) modificación sustancial de la cadena mundial de suministros; 4) búsqueda rápida de los contendientes para alcanzar alianzas con regiones o países; 5) imposición de trabas recíprocas, más allá de lo comercial, convirtiendo el pleito en una guerra generalizada; 6) inversiones frenadas ante la alta incertidumbre; 7) aumento de nacionalismos en países afectados.
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Otra consecuencia de la conducta y decisiones de Trump y de su continuo zigzagueo tarifario es que auto inflinge mucho daño a la economía y finanzas estadounidenses. ¿O Trump seguirá retrocediendo selectivamente, como lo hizo últimamente con la baja de aranceles a los celulares, computadoras y chips? Caso contrario, conduciría a una recesión con inflación a su país.
Y lo peor, Trump, bravucón, despectivo e histriónico, ha creado una gran desconfianza internacional de cómo relacionarse con EE.UU. ¿Qué acuerdo válido se puede llegar con EE.UU. si este país puede modificarlo o desconocerlo unilateralmente en el futuro?
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Ciertamente, China sufrirá bastante también, y seguramente tendrá un crecimiento menor al 5% que se había trazado como meta para el 2025, pero tendrá un resultado superior al de su contendiente.
La ventaja que tendrá China en esta fase complicada es su avance tecnológico y su aplicación, especialmente con el uso intensivo de la inteligencia artificial, en todo tipo de manufactura y servicios. Ello, basado a la prioridad que le ha dado a la ciencia, multiplicando universidades y centros de investigación con una calidad mundial. Muchas de las futuras innovaciones para la humanidad provendrán de China.
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Seguramente, EE.UU. obtendrá algunos acuerdos que necesita, más de mala manera que a la buena, para no parecer tan débil que como está. Esa debilidad de EE.UU. se muestra principalmente en la gigantesca deuda que tiene. La pública es de 36.7 billones de dólares; la de las corporaciones 11.4 billones; y la de los consumidores 18.1 billones.
La deuda pública representa 122% de su PBI. EE.UU. necesita debilitar el dólar y bajar las tasas de interés, para manejar el servicio de esa gigantesca deuda y para que el dólar siga teniendo la confianza de los acreedores.
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En cuanto al Perú se refiere, si esos dos luchadores pesos pesados siguen peleando al “todo vale”, mejor ponerse en un rincón e intentar tener las mejores relaciones posibles con ambos, de otro modo lo pagaremos con la tuya y con la mía, de distintas formas.
Tal estrategia necesita la cooperación del sector público con el privado, y una habilidad de las autoridades, de los distintos estamentos del Estado, para manejar los variados problemas que se nos van a presentar. Sin embargo, vista la ineptitud dominante, surgen convicciones de que estaremos al merecer. Sólo nos queda esperar que la suerte nos acompañe para no salir malheridos.