
Escribe: Percy Alache, socio líder de Servicios Laborales de PwC Perú
La reciente imposición de un arancel del 10% por parte del Gobierno de Estados Unidos a las exportaciones peruanas ha generado preocupación en diversos sectores de la economía nacional. A la fecha, la administración estadounidense ha establecido una pausa de 90 días con aranceles fijados en 10% para todos los países (salvo para China), mientras se desarrollan negociaciones para definir los porcentajes finales.
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Este escenario cobra mayor relevancia si consideramos que Perú y Estados Unidos mantienen un Tratado de Libre Comercio (TLC) desde el 2009 y, como consecuencia, Estados Unidos es el segundo destino comercial de nuestras exportaciones (12.6%) representando US$ 9,222 millones. Asimismo, al cierre del 2024, las exportaciones peruanas han generado 4’427,921 empleos, los cuales están concentrados en los sectores que, potencialmente, serían los más afectados por los aranceles americanos como son: i) agroindustria (arándanos, uvas, quinua y espárragos que cuenta con 1’947,876 empleos), textil (prendas de algodón con 258,231 empleos), pesca y acuicultura (141,467 empleos), siderometalúrgico (69,277 empleos) y minería no metálica (69,113 empleos).
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Ante esta coyuntura, las empresas peruanas pueden considerar diversas estrategias orientadas a mantener la productividad, proteger el empleo y adaptarse a un entorno comercial más desafiante. Destaco las siguientes:
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Primero, orientar la oferta de productos hacia los segmentos donde tengan ventaja competitiva frente a los países más castigados con los aranceles. Ello no solo implica enviar productos, sino conocer el perfil de consumo del mercado americano y cumplir con las exigencias regulatorias. Segundo, automatizar los procesos productivos críticos para hacerlos más eficientes e innovadores reduciendo los costos de producción. Tercero, Optimizar la cadena de suministro, reevaluando rutas y costos del transporte, así como el tiempo de las entregas.
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Cuarto, diversificar mercados y productos fortaleciendo relaciones comerciales con otros países que no apliquen aranceles o que tengan tratados preferenciales para reducir la dependencia con el mercado estadounidense. Quinto, implementar programas de desarrollo en donde los líderes capaciten a los trabajadores en la mejora de los sistemas de producción, trazabilidad, comercio internacional y control de calidad. Sexto, fomentar la multifuncionalidad del personal (trabajadores capacitados para más de una tarea).
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Séptimo, establecer bonos asociados a la productividad o al cumplimiento de metas exportadoras (volumen exportado, ahorro de costos, calidad). Otra opción es implementar bonos por prácticas laborales sostenibles (ahorro energético, reducción de residuos, uso eficiente del agua). Octavo, crear equipos de innovación operativa formados por trabajadores de distintos niveles para proponer mejoras en la producción. Noveno, mantener relaciones equilibradas con los sindicatos explicando con datos reales el impacto de los aranceles en los márgenes de exportación con la finalidad de tener negociaciones y acuerdos realistas. Décimo, establecer alianzas con otras empresas exportadoras del mismo sector para compartir experiencias sobre gestión del talento, productividad y manejo de crisis.
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Como hemos visto, el nuevo escenario arancelario afecta a más de 4 millones de empleos vinculados a las exportaciones peruanas, pero no debe paralizarnos. Con empresas más eficientes y trabajadores más capacitados, el Perú puede seguir siendo competitivo para el mercado estadounidense. Además, este entorno desafiante impulsa la apertura de nuevos destinos globales, diversificando riesgos y fortaleciendo nuestro posicionamiento internacional.