Cuando hablamos de finanzas sostenibles, nos referimos principalmente a aquellas decisiones de inversión que prioricen, además de la rentabilidad económica, los aspectos medioambientales y sociales en sus proyectos; es decir, las que busquen el crecimiento económico, pero reduciendo la presión al entorno. ¿Cómo inició esta tendencia?
Durante los años 80, en una comisión de la ONU se conversó por primera vez sobre la importancia de tomar acciones para frenar el acelerado deterioro ambiental, social y económico que se daba a nivel global; sin embargo, no fue hasta el 2004 cuando se empezaron a usar las siglas ESG. Años más tarde, surgieron acciones en respuesta a esta nueva filosofía, tales como el Acuerdo de París del 2015 y la aprobación de las recomendaciones TCFD y el plan de finanzas sostenibles de la Comisión Europea a inicios del 2018.
Hoy en día, estos criterios de sostenibilidad han cobrado mayor relevancia. El 2021 fue un año clave para el sector financiero debido a la coalición de más de 450 bancos comprometidos con cero emisiones netas y, adicionalmente, se produjo el regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París.
Así como estos pactos, existen distintos acuerdos internacionales que suponen la movilización de grandes sumas de dinero. Solo en Europa se necesitarían más de 180 mil millones de euros anuales para alcanzarlos. Esto solo será posible con el trabajo conjunto de los grandes prestamistas e inversionistas institucionales globales como los fondos de pensiones, aseguradores, fondos de capital privado y las entidades del sistema bancario. Además, será fundamental el verdadero acompañamiento de los principales reguladores de las industrias y mercados en donde operan dichos partícipes a fin de que exista la normativa y condiciones necesarias de mercado.
Entonces, ¿cuál es el futuro de la sostenibilidad en el sector? En línea con lo mencionado, las empresas financieras y los inversionistas necesitarán tener, cada vez más, una visión de mediano y largo plazo cuando evalúen sus inversiones. Recordemos que los principales beneficios de las inversiones y financiamientos sostenibles se dan en este tipo de plazos. En algunos casos, las de corto plazo tienen resultados moderados, pero sin duda, los beneficios para las empresas y las sociedades superarán con creces a los costos si se evaluara más en el largo. Un catalizador importante para que esto se dé son los clientes, quienes están demandando a sus entidades financieras transparencia en la gestión de sus inversiones.
Finalmente, uno de los principales retos que queda por delante es lograr incorporar a una mayor cantidad de partícipes en estos compromisos de sostenibilidad, sobre todo empresas y actores de mercados emergentes, donde aún estas prácticas distan de las adoptadas en países desarrollados. Y, en definitiva, será importante una coordinación articulada entre empresas privadas, entidades Estatales y la Sociedad en general.