Fernando Guinea, Socio Fundador de Amrop Perú
Para muchos, el Messi de Qatar 2022 ha sido la figura que todos esperaron ver desde su debut en el fútbol: un líder encarador, provocador, que va para adelante, que es capaz de volverse tendencia mundial con su ya icónico “qué mirá', bobo”. Sus acérrimos críticos lo calificaron durante años como “pecho frío” (adjetivo futbolero que connota falta de pasión y orgullo) y lo mantuvieron a la sombra de quien para muchos fue el mejor futbolista de la historia: Diego Armando Maradona.
Ciertamente, Messi nunca será como Maradona. No porque Maradona haya sido mejor (tampoco decimos lo contrario, no es el fin de este artículo entrar a ese debate), sino porque fue diferente. Y está bien que sean diferentes. Contextos distintos requieren liderazgos distintos, cada uno adecuado a las necesidades y condiciones de cada momento.
Cada década es particular; sin embargo, nos permitimos decir que la vida en los 80′s era más compleja: limitado acceso a información, comunicaciones restringidas, economías cerradas, guerra fría en su máximo esplendor y permanente convulsión social. Particularmente, Argentina tenía más abiertas y vigentes las heridas de la guerra de las Malvinas. En ese contexto de duelo y profundo golpe al orgullo nacional, el país requería un liderazgo heroico, un gran capitán que “se pusiera el equipo al hombro” y reivindique al país. Y ese fue Diego Armando, quien, además de la Copa del Mundo, le regaló a su país el mejor gol de todos los tiempos de los mundiales contra precisamente -qué ironías de la vida- Inglaterra. Exceptuando a Maradona, la Selección Argentina del México 86 no brillaba por incluir en su escuadra a jugadores que protagonizaban la élite del fútbol europeo.
El contraste con la actualidad es claro. Globalización, tecnología para todos, smartphones en manos de la mayoría de la población, internet fluyendo a lo largo y ancho del mundo occidental. El fútbol se ha equilibrado, globalizado y los sudamericanos mejor dotados pasean su talento por las principales ligas europeas. En ese contexto es que aparece Messi, un líder metódico, perfil bajo, virtuoso por su talento innato, pero de igual modo por su inquebrantable disciplina. No tiene que luchar cuesta arriba y “poner el pecho” por el equipo solitariamente (como lo hacía Maradona). De hecho, tiene a su alrededor a un ‘equipazo’. Lio tiene entre sus pares argentinos a estrellas de clubes como la Juventus, Manchester United, Manchester City, Chelsea, Atlético Madrid e Inter de Milán.
Nuevamente, contextos distintos requieren liderazgos distintos. Exactamente igual sucede en las empresas. Las crisis económicas y las coyunturas políticas y sociales caóticas suelen requerir liderazgos fuertes, casi paternalistas, que generen confianza en que “va a ser duro, pero vamos a sobrevivir y a seguir adelante como siempre”. Los momentos difíciles no siempre se resuelven con estrategias sacadas de casos de estudio de Harvard Business Review: se enfrentan, en contraste, con discursos firmes, con la cercanía de los líderes, con la confianza que inspira un gestor con años de experiencia lidiando con crisis y etapas de profundo cambio. Líderes como, si la analogía cabe, Maradona (sin los vicios del genio del fútbol, por supuesto).
En cambio, cuando hay crecimiento, bonanza económica, progreso tecnológico e innovación, los ganadores sí son los equipos más calificados académicamente, con el perfil más sofisticado y con el conocimiento más actualizado proveniente de las economías avanzadas y de los ecosistemas de negocios más a la vanguardia. Identifican oportunidades de diversificación, nuevos nichos, expansión de mercados, buen gobierno corporativo, transformación tecnológica y socios estratégicos. Se ocupan de los first world problems. Así, se da el liderazgo de un CEO de altas calificaciones de la mano de un c-level team también de primera línea.
Los directores y accionistas de cada empresa deben aprender a ver a sus compañías con los lentes correctos de acuerdo con el contexto que se tenga al frente. Los tiempos difíciles requieren a Maradonas que saquen cara por la organización; los tiempos de bonanza, a Messis que les hagan saber que son capaces de conquistar el mundo.