
Escribe: Adán Pino Zeballos, presidente de proEXPLO 2026
Las inversiones en exploración minera a nivel global y, específicamente, en Perú, están dando un salto importante, acercándose a escalas que no experimentábamos desde hace más de una década. De acuerdo con el último Reporte Estadístico Minero del Ministerio de Energía y Minas, entre enero y agosto de 2025, la inversión minera ha superado los US$ 455 millones: 34.5% más que el acumulado en el mismo período de 2024. Y de continuar esta tendencia, podría llegar a superar los US$ 1100 millones al cierre de 2025. La máxima inversión registrada en los últimos 25 años fue en 2012, con más de US$ 905 millones.
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Definitivamente, la transición energética y el interés de economías globales de refugiarse en el oro está generando un impacto positivo en el Perú. Si bien resuenan en otros mercados, como Argentina, el protagonismo que viene logrando minerales como el litio y el mercurio, existen dos metales que están captando la mayor atención por parte de los inversionistas: cobre y oro. Durante los últimos meses, hemos visto un alza impresionante – no encuentro otras palabras para expresarlo - tanto en el oro como en el cobre.

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En lo que va del 2025, el valor del oro por onza se ha incrementado desde US$ 2,500 en enero hasta US$ 4,356 en octubre; mientras que el cobre, se incrementó desde US$ 4.0 en enero hasta US$ 5.8 en julio (el valor más alto en lo que va del año). Esta tendencia al alza puede continuar y está generando una oportunidad para el Perú, que cuenta con la segunda mayor reserva de cobre del mundo, con más de 100 millones de toneladas métricas. Además, el potencial de tener nuevos descubrimientos de oro y/o cobre a lo largo de los Andes peruanos aún se mantiene sólido.
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En el segundo trimestre de este año, en el marco del proEXPLO 2025, diversos especialistas y empresarios globales ya advertían el efecto de la transición energética, una tendencia que vino para quedarse y sigue avanzando a pasos agigantados. Tanto el Estado peruano (representado por los ministerios de Economía y Finanzas); y el de Energía y Minas, como la industria minera, tenemos clara la necesidad de construir responsablemente nuevas operaciones mineras en el Perú para atender la demanda global de cobre y oro, así como de otros metales que el país ofrece (plata, zinc, plomo, estaño, etc) y generar un impacto neto positivo para nuestras comunidades locales y población distrital, regional y nacional. Aquí es donde quiero resaltar la importancia de la exploración minera. Es fundamental ya que es el punto de ignición que nos permitirá mantener encendido el “motor” de la minería en el país. Sin exploración, no hay descubrimientos; sin descubrimientos no hay minería. Así de simple.
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Hemos alcanzado hitos mineros importantes, como la puesta en producción de Quellaveco, el inicio de la construcción de San Gabriel, el avance importante del proyecto Zafranal. Esto no es suficiente. El desafío continúa y aún tenemos una lista larga de proyectos avanzados en gran minería que no ven la luz, sea por variables económicas, infraestructura, licencia social, etc. La inversión minera requiere estabilidad en el marco regulatorio y que el contexto político sea predictivo, especialmente en un año electoral. También debo indicar que, pese a los vaivenes del contexto político, social, y del protagonismo que viene alcanzando la minería ilegal en Perú, el inversionista minero se mantiene optimista en el sector. Nuestra responsabilidad es consolidarlo y hacer que sea más competitivo y atractivo.








