Escribe: Alberto Haito, director en Arellano
En este mundo de negocios los planes no siempre salen como uno quisiera, lo cual ocurre cada vez con más frecuencia dada la creciente complejidad y competitividad de los mercados. Siendo honestos, lo inesperado ahora aparece casi siempre.
LEA TAMBIÉN: Cómo gestionar las relaciones sentimentales en el espacio de trabajo
Puede ser porque el consumidor no se comportó conforme a lo que esperábamos, puede ser porque la competencia reaccionó de una forma inesperada o puede ser por los vaivenes de la economía. Los motivos pueden ser muchos, pero en concreto nuestro plan se “torció” y algo tenemos que hacer, además de tener que hacerlo sobre la marcha.
LEA TAMBIÉN: El impacto de la extensión de las licencias por maternidad y paternidad
Idealmente deberíamos tener planes de contingencia para situaciones como la descrita pero, en el mundo real, con ejecutivos sobrecargados de labores, estos no se tienen o no se tienen los suficientes. Y, para terminar de complicar las cosas, en las empresas siempre encontraremos a dueños de los éxitos pero difícilmente a dueños de los fracasos, con lo cual muchas veces nos quedamos solos con nuestro fracaso, con la consiguiente carga de frustración y estrés que esto implica.
LEA TAMBIÉN: “Los productos digitales no inclusivos pueden desconectar a generaciones mayores”
Lo común es reaccionar rápido, pero emocionalmente y con poco análisis. Esto lleva a tomar una acción tras otra en la medida que cada una de ellas va fallando. Finalmente, y como consecuencia, el proyecto fracasa no sin antes haber dejado pérdidas en la empresa, frustración y la desconfianza en la persona para futuros proyectos.
LEA TAMBIÉN: Inteligencia artificial: ¿Qué es el mundo OMO?
Para algo cada vez más cotidiano, aplica una frase de Mike Tyson, excampeón mundial de boxeo, quien dijo algo muy cierto: “todos tenemos un plan hasta que te golpean en la cara”.
LEA TAMBIÉN: Fórmulas en la gobernanza para impulsar la sostenibilidad
¿Qué hacer entonces? Pues no queda otra que respirar profundo, alejar la frustración y mantener la cabeza fría y el corazón caliente. La cabeza fría la necesitamos para tener objetividad en el análisis, para no empecinarnos, para despojarnos del ego y escuchar otras opiniones, de forma tal que se encuentren las mejores soluciones.
No olvidemos que la meta sigue siendo la misma y lo que ha cambiado es el plan. Entonces necesitaremos el corazón caliente para no decaer ante la adversidad y mantener la motivación propia y la del equipo y, principalmente, para tener la energía suficiente para la correcta ejecución del nuevo plan.
Comienza a destacar en el mundo empresarial recibiendo las noticias más exclusivas del día en tu bandeja Aquí. Si aún no tienes una cuenta, Regístrate gratis y sé parte de nuestra comunidad.