Economista
“El crecimiento económico ya no significa mayores emisiones de carbono” fue el título de una nota del semanario británico The Economist de hace un par de semanas. Se trata de una excelente noticia para los esfuerzos por combatir el calentamiento global, pero que probablemente necesita ser explicada para que se entienda su trascendencia.
Desde el inicio de la revolución industrial, el crecimiento económico y la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) han ido de la mano. Las principales fuentes de energía que nos han permitido alcanzar los niveles de vida que tenemos hoy han sido el carbón, el petróleo y el gas natural, pero su uso ha ido acumulando dióxido de carbono en la atmósfera y causado el calentamiento global que vivimos hoy – y que genera la intensificación de fenómenos climatológicos como sequías y heladas, pérdida de cosechas, extinción de especies y afectación a millones de personas. Para frenarlo, o limitábamos el crecimiento económico (algo imposible de hacer) o inventábamos la manera de seguir creciendo reduciendo la emisión de GEI. La evidencia indica que algunos países ya están logrando lo segundo. Aleluya.
De acuerdo con The Global Carbon Project, durante la última década un grupo de 33 países ha logrado desacoplar el crecimiento económico y la emisión de GEI. Si bien en su mayoría son países de ingresos altos, la lista también incluye países como México, Argentina y Uruguay. En Estados Unidos, por ejemplo, el PBI per cápita aumentó 23% entre el 2007 y 2019, mientras que las emisiones se redujeron 15%. En México, las emisiones de GEI han caído 16% desde su punto máximo en el 2012.
Este desacoplamiento se ha producido principalmente como consecuencia de dos cambios en la estructura económica de los principales países importadores y exportadores de bienes manufacturados. Por un lado, los países desarrollados se han hecho más intensivos en servicios, cuya producción utiliza menos energía que la manufactura. Por otro, los países que hoy los proveen de bienes manufacturados los están produciendo con tecnologías menos contaminantes. En China, por ejemplo, el sector exportador se ha descarbonizado más rápido que el resto de su economía. Asimismo, una parte cada vez mayor de lo que importan los países desarrollados proviene de países menos contaminantes que China, como India, Vietnam o Indonesia.
Si bien esta es una excelente noticia, no implica que hayamos ganado la batalla contra el calentamiento global. De hecho, aun si logramos replicar el desacoplamiento en el resto del mundo, todo parece indicar que no vamos a poder impedir que el planeta se caliente 1.5°C por encima de los niveles de la era preindustrial, por lo que no vamos a poder evitar algunas de las consecuencias catastróficas del calentamiento global. Estamos mal, pero vamos bien.