Periodista
Entrando a junio, con el tiempo que avanza a un ritmo realmente acelerado, muy pronto estaremos pisando julio y vamos a estar hablando de algunos temas propios de la época.
¿Se puede especular con algunos cambios ministeriales? No sería de extrañar. El gobierno parece sentirse estable -a pesar de su precariedad y falta de pericia política- y en condiciones de enrumbarse al 2026, y no sería raro que sienta que es el momento de hacer algunos ajustes que le permitan tratar de levantar un poco la alicaída cifra en las encuestas, y tratar de manejar la agenda política.
Ha pasado de un cuestionado manejo de las protestas, a un controvertido manejo de los asuntos de gobierno, de tal manera que los temas sensibles y las decisiones polémicas han sida más notorias y numerosas que los temas positivos. La impericia política es la que prima, y eso es notorio en temas como el del cambio de la Presidencia del IRTP o en el proyecto para el gobierno virtual de la presidente.
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El manejo que se ha hecho de ese tema no fue el mejor, a pesar de ser de discusión oportuna y necesaria, aunque de posiciones discrepantes. El gobierno, por la forma como lo ha presentado, ha hecho evidente que se trata de un proyecto con nombre propio y de interés personal. Como si solo importara el presente o la situación actual, dejando de lado otros temas que se derivan, como la pertinencia de seguir teniendo dos vicepresidentes cuando se plantea que el presidente puede gobernar o despachar desde el extranjero. ¿Qué harían entonces los vices?, ¿solo esperar la caída de su presidente?
Así ha ocurrido, y sigue sucediendo, tanto en lo nacional (en donde siempre tiene que dar explicaciones como en el caso de la Presidencia de IRTP), así como en lo que a su relación con los gobiernos de otros países y las organizaciones internacionales se refiere.
Lo más probable es que estos ajustes no incluyan al Primer Ministro, quien parece ser el único que tiene el puesto asegurado…por ahora. Y es que es absolutamente claro que, para la presidente, él es la piedra angular de su gestión, y la fuente de su seguridad. Además, es quien la representa o la acompaña siempre.
Sí hay sectores que no han despegado o que tienen titulares que no lo hacen notar, y que podrían dejar su despacho para dar paso a otros ministros quizás más políticos.
La composición y disposición del grupo de constitucionalistas que visitó Palacio y que asesorará a la presidente, rompiendo un “hielo” que venía desde la elección, podría abrir el camino para que algunos personajes que miraban con desconfianza o recelo la cercanía con el gobierno, cambien de opinión, y acepten algún ministerio a pesar de todo.
El otro tema estacional será, sin duda, el del cierre de la legislatura y las negociaciones para la elección de la nueva Mesa Directiva del Congreso.
Si de los más gruesos desaciertos, y de actuaciones y decisiones absolutamente controvertidas se trata, tanto en lo individual como en lo colectivo, este Congreso se está esmerando en batir, largamente, cualquier récord.
La única mayoría permanente en el Congreso es la de los congresistas cuestionados, sea por las denuncias que hay contra ellos, por los inexplicables acuerdos y votos, por la cantidad de viajes que realizan al extranjero cuando su labor es aquí, porque hasta viven en el extranjero y aparecen virtualmente solo para emitir un voto, por las decisiones de gasto, y hasta por el trato que tienen con su propio personal.
Pero con todo esto en contra, y con un rechazo ciudadano que también bate todos los récords, siguen ahí, y “colaboran” activamente con esa debilidad institucional que hace tan precario al gobierno. Y como están ahí todavía, y quieren seguir estando hasta el 2026, generan una expectativa sobre quienes dirigirán el Parlamento a partir de julio y qué rumbo seguirán.
Cualquier cálculo o especulación sobre las negociaciones que podrían establecer las bancadas para tentar la Mesa Directiva, podría ser inútil. De este Congreso solo se puede predecir que es impredecible y que cualquier cosa que haga o decida puede ser peor para ellos, y a ellos no les importa.
Y nos parece que no se trata solo del fraccionamiento de las bancadas, sino, sobre todo, de la desinstitucionalización del Congreso, de la pérdida de autoridad de los líderes de los partidos a los que ya nadie hace caso, y del individualismo (para usar una palabra elegante) que impera en el Parlamento.
Uno se pone a pensar como es que este Congreso impermeable a todo, al que nada le importa, no se le ocurre o no aprovecha para aprobar reformas necesarias para el país, aunque sean impopulares. ¿Si se quema como bonzo para cualquier cosa, por qué no asume la misma actitud para hacer algo positivo para el país y para sus ciudadanos?
Si van a seguir ahí, sin que se les mueva un pelo por la casi total desaprobación que generan, ¿por qué no utilizan esa actitud para aprobar leyes que cualquier otro Congreso no aprobaría por cálculo electoral? Claro, nos referimos a leyes o reformas sensatas y realmente necesarias. Total, ya no tienen nada que perder. A no ser, claro está, que sea totalmente verdad que solo los mueve sus pequeños y mezquinos intereses.
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