Periodista
Como en casi todos los casos de los tres gabinetes anteriores de este gobierno, en las primeras 48 horas los ministros de este cuarto ¿equipo? ministerial vienen siendo sometidos a un “escaneo” que nos permite saber que varios de ellos tienen serios problemas para el ejercicio del cargo, por sus antecedentes, sus acciones o sus capacidades.
Las críticas no han demorado en llegar, tanto de los enemigos del gobierno, como de los que formaron parte de este hasta hace muy poco, quienes ahora –curiosamente- descubren que este gobierno, al que sirvieron y defendieron ardorosamente hasta hace pocos días, no tiene rumbo estratégico.
Sin embargo, y a pesar de toda la resistencia que genera el nuevo primer ministro, y de las revelaciones y críticas a varios de los nuevos miembros del Gabinete, no se percibe en la clase política, sobre todo congresal –salvo pronunciamientos aislados que se destacan-, una indignación como la que generó el Gabinete Valer, o una decisión de no permitir que continúe “ni un día más”, mientras la vacancia parece haber perdido fuerza.
Las críticas van dirigidas a determinados ministros, siendo el de Salud el más atacado, no solo por la valla alta que dejó su antecesor, sino por todo lo que se va conociendo de su “trayectoria”. También hay dardos dirigidos al ministro de Energía y Minas y al del Ambiente. Pero no hay una voz que pida que se vaya el Gabinete Torres.
Es como si la presencia de Aníbal Torres resultase molesta, pero intimidante a la vez. La perciben como francamente confrontacional, pero parece que no lo suficiente como para decir desde ahora que no le darán el voto de confianza. Tienen la idea de que es parte de la estrategia para cerrar el Congreso, pero en el fondo tienen temor de admitir esto abiertamente, y de gastar su “bala de plata”.
¿Será suficiente como excusa la presencia de un ministro MEF que muchos perciben como responsable, de “un Canciller con prestigio académico”, o la famosa “gobernabilidad”, para que el Congreso le dé el voto de confianza?, ¿funcionará la nueva estrategia comunicacional de la PCM, de mostrar a un Gabinete más “dialogante” y abierta a la prensa, y a un Premier más “serio” y “controlado”, para ganarse la voluntad del Parlamento?
Este Gabinete tiene los mismos problemas que los anteriores: i) tiene a algunas personas con antecedentes cuestionables como los anteriores gabinetes; ii) tiene inconsistencias tan notorias –apabullante presencia masculina, personas no calificadas para el cargo, presencia conservadora y liberal en lo moral a la vez- como los precedentes; iii) tiene un primer ministro que se ha peleado y ha atacado a sus enemigos con los más gruesos calificativos, como dos gabinetes anteriores; y, iv) tiene a los más cercanos miembros del círculo presidencial. Sin embargo, parece generar una suerte de duda razonable entre la mayoría de los parlamentarios y bancadas. O quizás sea miedo al relanzado grito de: “que se vayan todos”.
La presentación del Gabinete ante el Congreso, si llega, será una prueba de fuego para el Parlamento. Porque el Ejecutivo estará en su juego, seguramente, con un discurso que difiere de la realidad y de sus acciones, o quizás confrontando y provocando. Nada de eso sería sorpresivo. Pero para el Congreso será diferente.
Este Parlamento ha dado su confianza a dos gabinetes integrados por ministros sumamente cuestionados. Ha dado sus votos favorables a dos gabinetes a los cuales ha atacado al día siguiente. Ha respaldado con su confianza a ministros a los que en días previos o en horas posteriores ha denunciado.
¿Hará lo mismo ahora?