Periodista
El lema de CADE 2023 es “Volver a creer para volver a crecer”, frase que, como en cada una de las ediciones de esta conferencia anual, busca generar confianza, motivar a los sectores, tratar de acercar al sector público con el privado y lanzar una serie de iniciativas o de mensajes para que cada uno asuma el rol que les corresponde, y que miremos al país como una tierra de oportunidades, que lo es, en lugar de un espacio lleno de problemas.
La intención es loable, y es bueno que durante los tres días que dura el evento los participantes traten de recargar su optimismo y su fe.
La pregunta que es bueno hacerse es: ¿volver a creer en qué?, ¿en el país?, ¿en nuestras posibilidades?, ¿en nuestro futuro?, ¿en nuestro potencial?, ¿en que Dios es peruano?
Desde hace ya bastante tiempo, los peruanos dejaron de creer en los políticos, en los presidentes y congresistas, en los candidatos, en casi la totalidad de sus autoridades, en una buena parte de jueces y fiscales, en varios empresarios, y hasta en una buena parte de los policías, de las autoridades de la Iglesia, y hasta de una parte de los medios de comunicación. Solo creen en ellos mismos, en su trabajo, en sus propias fuerzas, en sus iniciativas, en sus emprendimientos.
Entonces, si no se cree en “alguien”, es bueno creer en “algo”. El tema es qué es ese “algo”, ¿una visión?, ¿un programa de gobierno?, ¿un conjunto de reformas o una reforma?, ¿un plan mínimo?, ¿un conjunto de iniciativas?, ¿mensajes positivos?
En la situación en la que vivimos, y polarizados como estamos, a los peruanos les resulta muy difícil creer en esos llamados tan generales a la unidad, al consenso, a generar confianza, o a la paz, por ejemplo. Ya ni siquiera las convocatorias a las marchas “contra” o “a favor” generan entusiasmo o deseos de participación.
Y esto es porque esos “llamados” generalmente han terminado en nada. Buenas intenciones, muchos planteamientos, pocos objetivos concretos y, casi siempre, cero resultados.
Desde hace muchos años venimos leyendo que el Perú tiene en cartera casi 50 mil millones de dólares para inversión minera. Más de una década y no ha cambiado ni la intención ni la cifra. Y ninguno de los sucesivos Gobiernos ha podido destrabar todo aquello que impide que se concreten esas inversiones. Los últimos 20 o 30 años se ha hablado de la reestructuración, modernización y moralización de la Policía. Y ningún Gobierno ha podido, ¿o no ha querido?, hacer un trabajo realmente profesional, sin sesgo político, y exitoso en ese sentido.
La descentralización, la formalización de la economía o lucha contra la informalidad, la reforma de las AFP, la reforma educativa, las leyes laborales y muchas otras cosas más, siempre se han quedado en (¿buenas?) intenciones o en intentos fallidos porque no se ha hecho un trabajo realmente serio, profesional y con ganas de lograr el consenso que los convierta en política de Estado, como lo fueron, por ejemplo, los TLC.
Son muy pocas las cosas que se han logrado y se han convertido en políticas de Estado, desde las más grandes, como la eliminación de la 20530, hasta las más pequeñas, como la obligatoriedad del uso de los cinturones de seguridad.
Son muchas cosas las que el país necesita, pero ningún gobierno, Congreso, o conferencia anual, va a poder hacer que la población vuelva a creer si no se empiezan a plantear esfuerzos y objetivos específicos, realistas, puntuales, que se realicen, que tengan resultados concretos y que hagan que la gente note el cambio y vea que vale la pena adherirse y luchar por ellos. Así fue desde la lucha contra el terrorismo hasta la última clasificación al mundial. Así es como se va generando confianza.
En circunstancias como las nuestras, y con autoridades como las que lamentablemente tenemos en muchos casos, querer hacer mucho es hacer muy poco, y a veces mal.
¿Por qué no se declara prioritario, se busca generar consenso, concentrar esfuerzos, destinar los recursos necesarios y hacer un trabajo verdaderamente profesional para lograr esa modernización, reestructuración, y moralización de la policía nacional, en lugar de estar poniéndole parches a los problemas que esa institución tiene?. Si llegáramos a tener una Policía Nacional modelo que nos garantice una verdadera seguridad, recobraríamos nuestra plena confianza en el policía peruano y volveríamos a creer en algunas de nuestras instituciones.
Y si pudiéramos lograr que un fenómeno de El Niño no produzca las muertes, daños y los destrozos que siempre provoca, la población volvería a creer en las promesas de algún Gobierno.
Todo esto es viable. Lo difícil es hacerle ver y convencer a nuestras autoridades que si no se trabaja con un equipo verdaderamente profesional y dedicado, priorizando los temas y objetivos, y dotando de recursos humanos y económicos, no se va a lograr nada; y que cuando un equipo no funciona o es mediocre, hay que cambiarlo por otro mejor. Pero hasta para eso hay que generar confianza, porque cuando un Gobierno es malo o mediocre, y no se decide a cambiar o a reinventarse, ningún buen profesional va a aceptar participar, porque no va a volver a creer.