Periodista
Hemos escuchado y leído aquello de que hay que librarse de este gobierno, pero hay que impulsar y aprobar una serie de reformas para garantizar que no nos vuelva a pasar lo mismo que hoy sufrimos.
¿Qué debe hacerse primero: cambiar (por renuncia o vacancia) al presidente o aprobar las reformas?
Todos se quejan de que cada día que pasa este Gobierno sigue destruyendo el país, y dicen que ni Pedro Castillo ni Dina Boluarte deben seguir ni un día más al frente del Gobierno. ¿Entonces?, ¿vacancia o renuncia ya, o primero reformas?
Se plantea que una serie de reformas son absolutamente necesarias para tener un mejor gobierno en la siguiente elección. Lo mismo nos dijeron hace dos años coreando el Sí, Sí, Sí, No, y estamos como estamos. Esas reformas no sirvieron para nada, por el contrario, empeoraron las cosas, tanto es así que ahora se plantean reformas a las reformas, como la de restituir la reelección de congresistas.
Alguien podrá decir que no se hicieron las reformas que realmente se necesitaban, y que ahora sí hay que hacerlas. ¿Y qué garantiza que ahora sí se hagan y bien?, ¿le vamos a encargar esas reformas fundamentales a este Congreso que demuestra gran capacidad de generar consensos, unidad, y votaciones aplastantemente mayoritarias cuando de populismo y de “contrarreformas” se trata?, ¿ahora resulta que sí creemos en este Congreso al que hoy todos atacan por sus “niños”, sus “topos”, el nuevo retiro de fondos de AFP, por la norma aprobada sobre la Sunedu, por haber condecorado a un condenado, por apurar la elección de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, y por un largo etcétera?
¿Quién puede decir hoy cuáles son las reformas que nos van a salvar de volver a tener gobernantes, congresistas o autoridades como los que hoy tenemos?, ¿quién puede garantizar que con las reformas que se aprobarían tendremos mejores candidatos a la Presidencia, al Congreso, y la población votará “mejor” en el siguiente proceso electoral?, ¿las reformas van a hacer aparecer nuevos liderazgos?, ni siquiera las elecciones internas pueden garantizar eso.
No estamos diciendo –ni por asomo- que no se necesitan reformas para una mejor institucionalidad y para un mejor gobierno. En determinado momento hay que impulsarlas y aprobarlas.
Lo que estamos señalando es que hay que tener claras las prioridades y ser coherentes. Si lo que queremos es librarnos de este Gobierno ya, hay que trabajar en eso dentro de los cauces constitucionales y con las estrategias y acuerdos políticos que el sistema democrático permite. Si lo que se quiere primero es aprobar reformas, entonces que se trabaje en eso ya, pero siendo conscientes de que eso tiene un alto costo diario para el país, y que nada garantiza que este Congreso va a cumplir con las expectativas.
Pero si esperamos a que caiga Pedro Castillo (sin hacer nada para que ello suceda) para recién ponerse a trabajar en las reformas, lo más probable es que no pase ni una cosa ni la otra.
Conforme avanzan los días la desinstitucionalización del país y la informalidad en la gestión pública ganan terreno, y eso es notorio. El Gobierno está apoyado en los nuevos “poderes fácticos” (que parecen controlarlo) que surgen precisamente de esa informalidad, del clientelismo, del populismo y de la corrupción.
Puede sonar fuerte, pero ni la Iglesia, ni los militares, ni los medios de comunicación, y menos los partidos políticos, son hoy “poderes fácticos” capaces de orientar, influir, o “tumbarse” gobiernos.
Si así fuese todavía, el Gobierno no hubiese mecido con tanto descaro a un arzobispo sin que pase nada; el presidente y su secretario general no hubiesen podido hacer lo que hicieron con los ascensos en todas las armas y con los ministros de Interior y Defensa; y tantas acusaciones, denuncias, titulares y bombas dominicales ya hubiesen provocado la caída de varios ministros y del presidente.
Pongámonos de acuerdo en las prioridades, y que se trabaje en eso ya.