La nueva Mesa Directiva del Congreso asegura la continuidad de la gestión que acaba de culminar. No habrá mayores cambios en la relación con el Ejecutivo, y menos en la actitud hacia los congresistas.
La presencia de Perú Libre en la nueva Mesa Directiva no significa una posibilidad de aprobación de propuestas radicales o de iniciativas como la convocatoria a una Asamblea Constituyente.
Si Perú Libre hubiese querido hacer realidad ese anhelo, se hubiera aliado con sus exsocios de la izquierda y hubiesen podido darle la vuelta a la hegemonía de los grupos de centroderecha. Pero ya es más que evidente que Perú Libre ha dejado las banderas radicales y ha preferido negociar con la otra orilla. Lo que significa que la presencia de Waldemar Cerrón en una vicepresidencia tiene más de efectista que de efectiva. La presencia del fujimorismo y de los apepistas van a neutralizar cualquier movimiento en falso que quiera dar Cerrón (cualquiera de los dos).
Al fujimorismo le resultó positivo el acercamiento a Perú Libre, así como los halagos a Waldemar Cerrón. Todo eso rompió a la izquierda y aseguró esa continuidad de la que hablamos al inicio.
Lo que sí puede suceder es que los perulibristas de Vladimir Cerrón logren algunos espacios de poder y de gestión pública en el Gobierno. Tener contento a Waldemar Cerrón tranquilizará a su hermano y a lo que queda de su bancada. Y para el Gobierno puede ser un buen “negocio”.
Esta nueva Mesa Directiva recibirá el 28 de julio a la presidenta para su discurso. Será su primer discurso de Fiestas Patrias y la verdad es que no hay mucho que esperar.
Sería ideal que la presidenta se planteara algunos objetivos como: i) buscar la verdadera estabilidad política que se inicie con un replanteamiento total de su actitud, de su débil y casi ausente liderazgo, y de la forma como ella lleva su gestión política y su relación con las regiones; ii) replantear su relación con el Congreso para recuperar un verdadero equilibrio de poderes, distanciándose así de la percepción de una alianza complaciente y hasta cómplice; iii) hacer frente y darle al país las explicaciones sobre todos los cuestionables nombramientos que viene haciendo el Gobierno, y sobre todas las acusaciones que pesan sobre ella; iv) plantearse tres metas concretas: lucha contra la inseguridad, promoción de la inversión y salud.
Si la presidenta no cambia su actitud y sus objetivos, no podrá cambiar ninguna tendencia que en estos momentos le es poco favorable y, lo que es peor para el país, no desterrará los fantasmas de las elecciones adelantadas, de la renuncia, y hasta de la vacancia.
Lo peor que podría hacer es ofrecer un discurso declarativo, evasivo, ofreciendo lluvias de millones y marcando una continuidad que será nociva para el país.