Periodista
Esta pregunta puede tener muchas respuestas, pero quizás podríamos simplificarlas señalando que i) el país ha vivido una permanente inestabilidad política producto de la crisis generada por los sucesivos y breves Gobiernos de los últimos años; ii) los daños generados por el Gobierno de Pedro Castillo fueron mucho más graves de lo que se pudo apreciar en el momento; iii) el Gobierno de Dina Boluarte no ha tenido ni la decisión, competencia, ni capacidad para priorizar y enfrentar los problemas heredados y los generados por su propio Gobierno; iv) el Ejecutivo y el Legislativo han privilegiado su afán particular de supervivencia hasta el 2026, y han orientado sus prioridades y acciones en ese sentido; y, v) la sociedad civil no ha reaccionado a la altura de las circunstancias.
Todo lo anterior ha permitido que algunas “lacras” que se habían enquistado en algunos sectores tomen mucha más fuerza en los últimos meses, y dominen, prácticamente, la agenda y las decisiones que se toman en casi todos los niveles del Estado, y hasta de una parte del sector privado.
La desinstitucionalización, la informalidad, el populismo y la corrupción han crecido exponencialmente, y en muy poco tiempo vienen haciendo muchísimo daño al país. No son “lacras” de reciente aparición, tienen mucho tiempo entre nosotros, pero ahora han encontrado tierra fértil y poca resistencia para hacer de las suyas.
Las principales instituciones y organizaciones del país vienen sufriendo una severa crisis generada por: a) la polarización política; b) la lucha por el control del poder al interior de las instituciones; c) los intereses individuales o de grupo; d) la falta de idoneidad, profesionalismo, capacidad y competencia de quienes son nombrados para su dirección; e) en intento de otras instituciones o grupos externos por controlarlas o someterlas. Todo esto ha traído como consecuencia que muchas instituciones hayan desvirtuado sus fines y objetivos, manejado interesadamente sus decisiones y acciones, y alterado sus procesos.
La desinstitucionalización nos conduce a la inseguridad política, jurídica y ciudadana. Con este mal será muy difícil garantizar: i) el respeto a los derechos de los ciudadanos, ii) la posibilidad de atraer y mantener las inversiones, y, iii) la estabilidad política y económica
La informalidad no solo ha crecido, sino que, además, ha escalado hacia otros niveles, ha diversificado su accionar y casi ha tomado el control de algunas regiones apoyada en diversos sectores delincuenciales. De los vendedores ambulantes hemos pasado a las actividades informales y/o ilícitas a gran escala (transporte informal, tala ilegal, minería ilegal, trata de personas, invasiones de terrenos, contrabando, etc.). En algunos casos, esta informalidad ha llegado, en modo de improvisación e incapacidad, a algunas de las instituciones del Estado o de los sectores privados.
La informalidad genera millonarias pérdidas económicas, grave daño institucional, enormes brechas sociales y actividades delincuenciales a gran escala que se convierten en mafias o las ahora famosas organizaciones criminales.
La falta de idoneidad, profesionalismo, capacidad y competencia de muchas de las principales autoridades y funcionarios de los más altos niveles de gobierno (empezando por varios ministros y casi todos los congresistas) ha multiplicado las iniciativas y decisiones populistas e improvisadas, cuyo único fin es lograr el apoyo de grandes sectores de la población para: a) tratar de mantenerse en el poder con el apoyo de sectores informales pero mayoritarios; b) lograr, en muchos casos, beneficios que no son solo políticos o altruistas; c) mantener bolsones electorales fidelizados y movilizados; y, d) tratar de controlar la agenda política. Y todo esto, aunque el país se reviente.
La corrupción no necesita presentación. Y es la llave que abre de par en par las puertas que conducen a todas las anteriores.
Será muy difícil aspirar a que el 2024 sea mucho mejor que el 2023, si es que no empezamos a revertir la situación generada por estas cuatro “lacras”.
La tarea no es fácil, en el último año se ha dejado que muchas de las actividades generadas por estas lacras avancen sin ninguna resistencia, pero si este Gobierno quiere durar hasta el 2026, tiene que empezar a sentar las bases para priorizar las acciones que posibiliten enfrentar estos males.
Quizá la primera decisión importante para esto sea querer gobernar.