Periodista
La presencia del actual Primer Ministro resultó ya intolerable para gran parte del sector político y de la opinión pública.
Unos están indignados por la designación de una persona cuyos antecedentes (personales y políticos), acciones, y expresiones (pasadas y presentes) son muy cuestionables.
Otros se irritan porque ven en este nombramiento una jugada política que busca la confrontación y un eventual cierre del Congreso.
Y algunos, por puro oportunismo, han encontrado el momento y el motivo para separarse o tomar distancia de un gobierno con el que han colaborado activamente o lo han defendido ardorosamente.
También hay quienes habiendo sido designados (as) a ciertos cargos por este Ejecutivo, ahora critican duramente al Primer Ministro, a otros ministros, y hasta al Presidente, pero no renuncian.
Algunos muy pocos ministros de este gabinete, que eran considerados profesionales competentes, no han tomado la única decisión que correspondía en una circunstancia como esta: renunciar. Aunque quizás esto no debería sorprendernos, después de todo aceptaron el cargo sabiendo que su jefe sería Héctor Valer; y sabiendo que deberían acompañar, responder, obedecer, y defender la gestión de un Presidente con tantos cuestionamientos y sospechas.
Y aquí radica el principal problema. Porque el actual Premier se puede ir, pero quien lo nombró, así como a otros de los actuales ministros con serios cuestionamientos, se queda.
¿La partida de Héctor Valer soluciona el problema?, ¿es suficiente la salida del Premier?, ¿la partida del Primer Ministro devuelve las cosas al estado anterior al 31 de enero?
¿Qué buscaba el Presidente al designar un gabinete presidido por Héctor Valer e integrado también por personajes sin trayectoria o con un recorrido poco recomendable?, ¿el Presidente estaba tratando de cambiar la agenda para que no se siga hablando de los temas que los estaban arrinconando política y jurídicamente?, ¿el jefe de Estado quiso enfrentar, amedrentar, y/o neutralizar a un Congreso que está en preparación de pedidos de renuncia, mociones de vacancia, y acusaciones constitucionales contra él?, ¿o fue simplemente una muestra más de improvisación y desorden?
Lo cierto es que dos días antes de la juramentación el Presidente radicalizaba nuevamente su posición política, y hablaba otra vez de cambiar la Constitución, y la criticaba duramente. Y a continuación, nombra un gabinete en el que figuran varias personas que defienden la Constituyente –y así lo hacen saber incluso en la misma juramentación- y que parecen dispuestos al choque.
Muchos congresistas, incluyendo algunos de Perú Libre, manifestaron en las últimas horas su negativa a dar su voto de confianza al actual gabinete. ¿Es eso lo que quiere el Ejecutivo?. Héctor Valer prácticamente lo afirma.
Justificadamente las críticas y los pedidos de renuncia se centran en Valer, pero no se puede perder la perspectiva. Valer no es el problema central.