Periodista
A lo largo de varias administraciones gubernamentales, y ante los reclamos ciudadanos o los resultados poco generosos en las encuestas, los presidentes o ministros usaban el argumento, muchas veces cierto, de que había toda la intención de hacer frente a los grandes problemas del país, pero que lo que no había eran los recursos económicos para solucionar esos problemas.
Más adelante, y cuando la caja fiscal tenía más recursos de lo que muchos pensaban, los voceros de los gobiernos trataron de justificar su ineficiencia y su alta desaprobación en las encuestas señalando –muchas veces sin razón- que había un problema de comunicación, que sus gobiernos no sabían comunicar sus logros, y que por esta razón la población no se enteraba de las obras que hacían sus administraciones.
A raíz del lamentable fallecimiento del congresista Hernando Guerra García, el tema de la atención primaria en las regiones o en las zonas más pobladas de la capital volvió a ponerse sobre la mesa. No fue la primera vez, por supuesto. Durante y luego de la pandemia y sus consecuencias, la mirada a los centros de atención primaria también se dio, pero se quedó solo en eso, en una mirada.
Casi en simultáneo, y con motivo del corte de agua en varios distritos de Lima, un tema tan sensible como el abastecimiento, cuidado, y costo del agua para los más pobres del país ha vuelto al debate. Pero lo más probable es que pasada la semana del corte giremos los reflectores hacia otro tema y sigamos viviendo como siempre, abriendo el caño los que tienen agua en casa, y comprándole a la cisterna y almacenándolo en baldes los que no tienen una tubería que llegue hasta la puerta de su casa.
Y como tema de primerísima importancia, sigue en cartelera la total inseguridad que reina en el país. Seguimos viendo cómo se recogen cadáveres todos los días, en las zonas más populosas; en los barrios residenciales en los que se organizan fiestas con presencia de congresistas y de asesinos, o en los que reinan las organizaciones criminales con negocios tan lucrativos, pero tan execrables como la trata de personas o la extorsión; y hasta en los mismos distritos en los que está vigente la declaratoria de emergencia.
En los últimos años muchos de los diferentes niveles de gobierno han tenido y tienen recursos económicos que no han sabido ni han podido gastar. Ahí tenemos al gobierno central, que teniendo una billetera muy abultada para las obras de prevención del fenómeno de El Niño, no llega ni al 10% de ejecución y las lluvias ya están por empezar; y sabiendo que para enfrentar a la delincuencia necesita de equipar a la policía, no se digna en darle prioridad a la reparación de ese altísimo porcentaje de patrulleros que se llenan de polvo estacionados y abandonados en muchas partes del país.
Ahí tenemos también a muchos de los gobiernos regionales, que gozando de cierta bonanza por diversas transferencias que les permiten una buena cantidad de recursos económicos, terminan el año con bajísimos niveles de ejecución, devolviendo dinero, o dejando inconclusas una serie de obras.
Y si bajamos un poquito más, la situación no es mejor en muchos de los miles de gobiernos locales.
Hoy, a diferencia de los gobiernos del pasado, las administraciones gubernamentales tienen recursos. Lo que no tienen es una buena planificación, priorización, gestión, y capacidad de ejecución. Los problemas de gasto y de retraso en la ejecución persisten en todas las modalidades, sea por concurso público, gobierno a gobierno, etc. Es decir, el problema no es la caja, son las personas y los procesos que diseñan esas personas, a lo que hay que sumarle la corrupción, donde la hay.
Y hay, además, otro problema no menor. Hay modalidades de ejecución de obras o proyectos muy eficientes y exitosas, como Obras por Impuestos, por ejemplo, que no se utiliza o no se sabe utilizar, porque a muchos privados no les seduce, y a muchos funcionarios del sector público no les interesa o no la conocen ni la entienden.
Y si a esto le sumamos que en este gobierno el problema de la comunicación si es en realidad grave, la cosa ya pinta mal.
Que la ministra del sector diga públicamente que se enteró por una red social sobre el más impactante corte de agua en la capital, no solo demuestra la total falta de coordinación interna, sino también de una absoluta ausencia de controles de daños. Y no fue la única en expresar públicamente sus pensamientos con total “inocencia” desde el gabinete. El ministro de Economía y otras de sus colegas ya nos habían dado muestras de ello durante la crisis del limón. Esto sin contar las otras muestras de mala comunicación que se dan desde el gabinete.
En nuestra última columna señalamos que el gobierno debería reestructurar el gabinete, pero que esa reestructuración no se trataba solo de un cambio de personas. Y lo seguimos sosteniendo. Si el gabinete no se convierte en una maquinaria eficiente para la priorización de tareas (seguridad ciudadana, promoción de la inversión, prevención de desastres) y la ejecución del gasto; y para la información y comunicación; será un lastre más que un equipo de colaboradores.