Escribe: Raquel Carrero, gerente general de la Asociación Peruana de Energías Renovables
En el Perú aún persiste una discusión retrógrada sobre si el mercado eléctrico debería adaptarse a las nuevas fuentes de generación de energía con recursos renovables y permitir que compitan libremente, tanto en las licitaciones públicas del mercado regulado como en el mercado libre.
Uno de los más fervientes detractores de las energías renovables es el exministro de Economía, Luis Miguel Castilla, quien, aparentemente, no ha leído (o no ha comprendido) la propuesta de ley del Poder Ejecutivo (PL4565) para modificar la regulación eléctrica, un dictamen en mayoría que espera ser debatido en el Congreso.
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Castilla asegura que los cambios están diseñados para favorecer únicamente a la energía solar, lo cual es falso. La reforma busca establecer igualdad de condiciones para todas las tecnologías de generación eléctrica, permitiendo que las empresas oferten libremente sus productos, es decir, energía y potencia juntas o por separado, como ocurre en todas partes del mundo, y que los compradores elijan las mejores ofertas en función de precios competitivos.
Otro argumento erróneo es que el uso de energía renovable encarecerá las tarifas eléctricas. Esta afirmación alarmista contradice principios básicos de economía: la energía renovable solar y eólica, hoy en día, son la forma más barata de generación eléctrica. Lejos de aumentar los costos, lo que se espera es una reducción en las tarifas y detener la tendencia al alza de los últimos años.
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Se ha dicho también que las distribuidoras estarán obligadas a contratar únicamente energía solar por 10 años, lo cual no es cierto. El proyecto de ley no menciona ninguna tecnología en particular, y las licitaciones serán abiertas a todas las fuentes de energía, que competirán en igualdad de condiciones. Esa es la esencia de este cambio: la libre competencia, la cual parece aterrar a algunos.
Finalmente, los críticos sostienen que las energías renovables generarán “costos sombra” que ocasionarán pérdidas millonarias para la economía peruana. Entre esos vaticinios señalan la teoría de que todas las termoeléctricas dejarán de operar en el 2030 por culpa de las renovables. ¿Qué se supone que pasará? ¿Qué los operadores de estas centrales las desmantelarán y se las llevarán a su casa? La frase “garbage in, garbage out” describe a la perfección los estudios presentados.
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Lo que nos debe preocupar sobre la generación termoeléctrica no es que deba competir con las renovables, sino el inminente agotamiento de nuestras reservas probadas de gas natural en 14 años, según recientes cálculos del Ministerio de Energía y Minas, y que nos convertiremos en importadores a precios reales de mercado.
Pregunto, ¿Quién se opone a la competencia? ¿Quién teme a que se reduzcan los costos energéticos? Porque eso es lo que, en el fondo, está en juego aquí. Algunos pretenden enredar este debate con tecnicismos caducos y cifras infladas, pero el futuro de la energía en Perú no debe estar en manos de unos pocos. El futuro pertenece a todos los peruanos, y ese futuro también está en las energías renovables. El Congreso debe legislar a favor de la libre competencia y de la gente.
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