
Escribe: Julia Velarde Sussoni, docente de la Universidad de Lima
Las empresas familiares son esenciales en la economía mundial, representan trabajo, legado y compromiso de generaciones. Pero también enfrentan un reto silencioso: su baja continuidad en el tiempo.
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Un reciente estudio publicado en el Journal of Family Business Management (2025) propone adoptar el enfoque del emprendimiento estratégico como camino hacia la continuidad. Este enfoque busca que la empresa familiar aproveche lo que ya tiene —como reputación, experiencia o relaciones— mientras explora nuevas oportunidades. Combinar continuidad con renovación se vuelve crucial en entornos económicos cambiantes, no se trata solo de resistir el paso del tiempo, sino de adaptarse y renovarse para seguir siendo relevantes.
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Existen seis dimensiones clave que toda empresa familiar debe revisar para fortalecer su continuidad:
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- Recursos y capacidades: En las empresas familiares los recursos van más allá del capital financiero. También incluyen activos intangibles como el conocimiento tácito que se transmite de generación en generación, el compromiso de los colaboradores y la confianza construida con clientes y proveedores. Además, las capacidades internas como el talento humano, la capacidad de aprendizaje y la disposición a innovar son determinantes. Cuando se logra alinear capacidades internas con objetivos a largo plazo, la empresa se vuelve más resiliente e innovadora.
- Estrategia: Operar con base en la intuición o la experiencia del fundador, sin un plan claro o formal puede funcionar durante una etapa inicial, pero no basta para garantizar la continuidad. Las empresas que planifican, que se reúnen regularmente para revisar sus metas y que se anticipan a los cambios tienen una mayor capacidad para sobrevivir y crecer.
- Liderazgo emprendedor: El liderazgo en la empresa familiar cumple un doble rol: dirigir el negocio y gestionar relaciones familiares. Los líderes que combinan visión, apertura al cambio y capacidad de delegar crean entornos más innovadores y resilientes. Los estilos democráticos y transformacionales, basados en la participación y el ejemplo, fortalecen la cultura organizacional e impulsan la adaptación.
- Estructura organizacional: Contar con una estructura organizativa clara, con funciones bien definidas, sistemas de evaluación y mecanismos de rendición de cuentas no significa perder el “espíritu familiar”, sino fortalecerlo. Una empresa que profesionaliza su gestión puede enfrentar con mayor orden los desafíos del crecimiento, la sucesión y la diversificación.
- Entorno: Las condiciones económicas, las regulaciones, los cambios tecnológicos y los nuevos hábitos de consumo afectan directamente el desempeño de todas las empresas. Estar atentos a estas señales y adaptar el modelo de negocio es esencial. Las empresas que monitorean su entorno, que se informan, que se forman y que reaccionan con agilidad ante el cambio, son las que logran permanecer activas a pesar de la incertidumbre.
- Innovación y desarrollo: Innovar no siempre significa tecnología disruptiva. A veces basta con mejorar productos, explorar nuevos canales de venta o ajustar procesos. La innovación continua es clave para evitar la obsolescencia. Una empresa familiar que se renueva, incluso en sectores tradicionales, envía un mensaje claro: “Aquí no nos conformamos; aquí seguimos evolucionando”.
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El emprendimiento estratégico fortalece la resiliencia de la empresa familiar al equilibrar aquello que ya sabe hacer bien con lo que necesita para seguir siendo relevante. Para que el legado perdure, no basta con la tradición: se requiere estrategia, innovación y visión. Solo así se construye un futuro que honre el pasado