Escribe: Enrique Castillo, periodista.
La noticia de la afiliación de Alberto Fujimori a Fuerza Popular le ganó al anuncio de la afiliación de Carlos Añaños a Perú Moderno. Como si hubiera sido a propósito.
¿Es esto un presagio de lo que podría suceder en una eventual contienda electoral?
Lo de Alberto Fujimori se caía de maduro. Tenerlo libre, paseando y declarando a la prensa por las calles y centros comerciales, con el peso político y la imagen que todavía tiene, y pensar que no iba a participar en este escenario político o no lo iban a utilizar políticamente, era casi una ingenuidad.
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El carácter de Alberto Fujimori, su manejo político, su estilo personal, el conocimiento que tiene de su propia imagen y peso político, y su tradición cultural y familiar, hacían imposible una disputa partidaria o política entre él y su hija Keiko, o una imposición para que el patriarca de los Fujimori pase al retiro dedicándose a atender a los nietos.
No sabemos si todo estuvo planificado o calculado desde la salida de prisión. Como tampoco sabemos a ciencia cierta si la participación de Alberto Fujimori será activa con una candidatura a la Presidencia o al Senado, o indirecta como asesor protagónico, visible y público de su hija.
Pero en cualquiera de los casos, es indudable que la participación política de Alberto Fujimori va a ser muy positiva para Fuerza Popular. Primero porque va a generar un entusiasmo en todas las generaciones “naranjas”, va a promover una cierta reunificación de las tendencias entre militantes y simpatizantes, va a dar una sensación de mayor fuerza a una agrupación que para muchos estaba manejada por una generación inexperta y que no era fujimorista de corazón, y porque va a generar la percepción que ya llegó el padre a poner orden y a implementar la receta ganadora.
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La imagen de un político que derrotó al terrorismo y a la hiperinflación, y que ahora puede derrotar a otra forma de violencia como la delincuencia común, y que puede reactivar la economía actual, va a jugar a favor de Fuerza Popular con él como candidato o como un asesor con protagonismo en la campaña.
El tema de su condición física y su edad, solo desde la perspectiva de la percepción y la preferencia ciudadana, y sobre todo entre los simpatizantes “naranjas” y de Alberto Fujimori, es un asunto relativo.
Pero si salimos del mundo “naranja” y de sus simpatizantes, las cosas no van a ser tan positivas.
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Es obvio que la presencia de Alberto Fujimori va a polarizar más el escenario. En primer lugar, por el indulto, que se le dio para que no muera en la cárcel frente a una enfermedad terminal, y no para que participe en política activamente, asunto que moverá campañas a nivel nacional e internacional.
En segundo lugar, porque si las candidaturas de Keiko generaron la unión del antifujimorismo, una candidatura de Alberto o “con sabor a Alberto” va a hacer más fuerte a esa tendencia, y más dura y más encarnizada la campaña. Y si a Keiko le recordaron y le dijeron de todo, a Alberto espera una campaña feroz en contra.
En base a lo anterior, la opción de una tercera alternativa que se aleje de los extremos (y en este caso el fujimorismo sí podría ser considerado un extremo) podría fortalecerse. Ni fujimorismo, ni un radical de izquierda; podría ser un lema de campaña. Pero esa va a funcionar solo si esa tercera opción puede tener algo de ambos, es decir, mano dura contra la delincuencia, e inclusión de las regiones olvidadas. Se trata de una tercera opción, no de un centro centro.
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Y aquí es donde podría ubicarse Carlos Añaños si se anima a postular. Pero no para ser el amigo de todos, o el que no se pelea con nadie. Si esa va a ser su actitud, se lo van a pasar por encima.
El empresario tiene una serie de fortalezas que van desde su origen, su trayectoria, su éxito empresarial y personal, su conocimiento del país y de todos los sectores sociales, su carácter y su trato personal. Pero eso no basta en política, y menos en esta situación que vive el país. La prueba es que la afiliación de Fujimori despareció a la afiliación de Añaños.
No sabemos si Carlos Añaños, a quien no mucha gente conoce, tiene convicción para postular y para participar en una campaña en la que le van a sacar hasta el primero de los pecados, tanto propios como de su familia. O si va a tener el temperamento para marcar distancia de manera enérgica de sus rivales o de la actual presidenta diciendo las cosas por su nombre. Si es así, en buena hora.
Pero si esa buena tercera opción no aparece, y no hace la diferencia con Fujimori y con un candidato radical que tenga el apoyo de las regiones, entonces debemos prepararnos para elegir entre los extremos.
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