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Desde el nuevo siglo se ha notado a nivel global una optimista expectativa de equilibrar la participación de las mujeres en el ámbito político, empresarial, social, cultural. Este fomento por la inclusión e igualdad de oportunidades para las mujeres tiene un arraigo íntimo desde la formación y la educación que se imparten en el hogar y en las principales instituciones académicas del mundo. Es decir, atrás quedaron los títulos de “carreras para hombres” y “carreras para mujeres” que no hacían más que marcar la desigualdad y perpetrar la figura masculina en el desarrollo de las principales ciencias o industrias.
En el campo de las Tecnologías de la Información existe un concepto que se viene promoviendo con fuerza: diversidad para la innovación. Y esto va de la mano con estrategias de equidad y el fomento del liderazgo femenino que conllevan a cambiar la estructura socioeconómica de los países para reducir la brecha digital de género; de tal manera que se generen más referentes mujeres en la industria TI, y en todas las demás.
Sin embargo, los esfuerzos por lograr dichas metas aún tienen barreras. De acuerdo con datos de la UNESCO, alrededor del 30% de investigadores en las llamadas ciencias duras son mujeres. Este mismo organismo señala también que la matrícula de estudiantes mujeres representa tan solo el 3% en el campo de las TIC; 5% en ciencias naturales, matemáticas y estadísticas; y 8% en ingeniería, manufactura y construcción.
Para el caso de Perú, la participación de la mujer en Tecnología y Ciencia es la más baja de Latinoamérica. Según cifras del Registro Nacional Científico, Tecnológico y de Innovación Tecnológica (Renacyt), del total de 6,501 investigadores en el país, los varones representan el 68.8%; mientras que las mujeres solo el 31.2%. A ello se suma que solo un 27% de mujeres se matricula en carreras de ingeniería y tecnología, mientras que un 71.2% lo hace en ciencias médicas y de la salud, según un reporte de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU).
Este contexto dificulta que más mujeres estén presentes en los equipos de empresas tecnológicas, así como en puestos de toma de decisiones. Por ello, uno de los principales desafíos para los gobiernos, líderes y empresas de hoy es impulsar políticas de diversidad que rompan aquellos paradigmas laborales y estereotipos en los que muchas mujeres no acceden a puestos de poder simplemente por el hecho de que estos están dirigidos por hombres, y los hombres eligen a los hombres.
Recordemos que, en los últimos 24 meses, las organizaciones se digitalizaron y se transformaron a una velocidad y escala sin precedentes. Citando el estudio “What Women Want at Work”, la pandemia desencadenó simultáneamente el mayor cambio en la fuerza laboral desde la Segunda Guerra Mundial, donde las industrias como el comercio minorista, el entretenimiento, fabricación, tecnología, logística, atención médica; todas experimentaron una demanda abrumadora de profesionales, tanto mujeres como hombres.
En ese sentido, las oportunidades de desarrollo profesional para las mujeres son reales, y mientras las empresas continúen incorporando a más mujeres en sus negocios, dotándoles de un adecuado rango salarial, otorgándoles mayor representación en puestos de liderazgo, y ofreciéndoles más recursos y oportunidades, será posible la construcción de modelos a seguir para niñas y adolescentes. Y estas acciones impactarán significativamente en la productividad de las industrias y en la generación de riqueza para los países.