
Escribe: Enrique Castillo, periodista
Otra de las preguntas más frecuentes, cuando se habla de política, es cuánto puede afectar en las próximas elecciones a los partidos políticos con representación en el Congreso la cercanía al Gobierno o el soporte a la presidenta Dina Boluarte.
LEA TAMBIÉN: Carlos Paredes: MEF le otorgaría un nuevo rescate a Petroperú
Y ahora podríamos añadir una más, ¿Cuánto puede afectarlos el tomar partido por uno u otro bando en la Fiscalía de la Nación?
Es indudable que toda cercanía, soporte y apoyo al Gobierno y a la presidenta de la República va a generar un desgaste y un nivel de desconfianza que va a afectar el desempeño electoral en los próximos comicios.
LEA TAMBIÉN: La eliminación del asistente social obligatorio en las empresas
Ser oficialista en los primeros años de un gobierno, cuando está vigente una luna de miel política, cuando se tiene ese período de gracia que la población suele otorgar a un gobierno, y cuando todavía se puede echar la culpa de los problemas al gobierno anterior, puede ser bueno.
Ser oficialista en los últimos años de un gobierno, cuando los errores y malas decisiones son de exclusiva responsabilidad del gobierno de turno, cuando las investigaciones y denuncias apuntan a los miembros de ese mismo gobierno, y cuando los indicadores son negativos y no respaldan el discurso oficial, es definitivamente malo.
LEA TAMBIÉN: Transición energética: una carrera asimétrica
Y es mayor el problema cuando la población percibe que ese “oficialismo” no es consecuencia de la adhesión genuina a la ideología o a las políticas o acciones de ese gobierno, sino que está más interesado en sacarle provecho propio.
La imagen que las bancadas “oficialistas” del Congreso proyectan, si nos basamos en las encuestas, en lo señalado a través de las redes sociales, y en las columnas de opinión de los principales medios de comunicación de toda tendencia, es que aprovechan de la debilidad del gobierno para obtener beneficios de todo tipo; que han sometido al gobierno con la amenaza de la vacancia; que tiene una “alianza” no escrita con el Ejecutivo; o que dirigen la política del gobierno.
LEA TAMBIÉN: Foncomun: ¿Descentralizando debilidad o prebenda?
La percepción que la gran mayoría de la población tiene del Gobierno, si nos basamos en las mismas fuentes que en el caso anterior, es que se trata de un Gobierno débil que se ha sometido al Congreso, que es una administración ineficiente, que se trata de un gobierno que solo busca llegar al 2026, y que responde a las directivas de algunos líderes políticos.
No es casualidad que, en una reciente encuesta, la población señale como los líderes con mayor rechazo a aquellos que son los líderes políticos de los partidos cuyas bancadas tienen el control del Congreso, y cuyos votos siempre están dispuestos para avalar al gobierno o para salvar a la presidenta y a sus ministros.
LEA TAMBIÉN: Cultura startup: más que una mesa de ping pong
En virtud de todo esto, es muy posible que, efectivamente, dichos partidos y líderes políticos se vean asociados en el próximo proceso electoral al oficialismo o a un posible continuismo del Gobierno actual, y no solo por las decisiones y/o votaciones, sino también porque algunos de estos partidos han servido de cantera de funcionarios para varios cargos en ministerios y organismos públicos gubernamentales. Por lo que la asociación no solo puede ser política, sino también de personal.
Agrupaciones políticas como Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Perú Libre, Somos Perú y otras menores, tienen una numerosa (si las comparamos con otras organizaciones políticas nacionales y regionales) militancia y un núcleo duro que les ha permitido buenos resultados electorales a nivel nacional, regional y local.
LEA TAMBIÉN: Despido por bajo desempeño: cuándo aplicarlo y cómo convertirlo en una herramienta de gestión
Ninguna de ellas fue gobierno antes (salvo el fujimorismo en otra etapa y con otro protagonista), y su cercanía al oficialismo no fue tan fuerte como en la actualidad. Todas ellas, que antes fueron tenaces enemigas, hoy comparten, siempre hablando de percepciones, esa imagen de “oficialistas” y el control del Congreso.
Todas ellas van a retener, seguramente, ese núcleo duro que las ha mantenido en sitios expectantes en la política nacional. Pero la gran duda hoy es si van a poder ampliar su bolsón electoral más allá de ese núcleo duro leal, debido al desgaste que esa percepción de “oficialistas” o “dinistas” les va a generar.
LEA TAMBIÉN: Emprendimiento estratégico como camino hacia la continuidad
Si ese bolsón electoral, que antes se les unía porque no había otras opciones o porque consideraba que estos partidos merecían una oportunidad, encuentra otra opción no “oficialista” o de cierta oposición, o los rechaza por su desaprobación a Dina Boluarte y por considerarlos sus socios, entonces habrá que ver si su núcleo duro les alcanza para llegar a la segunda vuelta, en algunos casos, o para pasar la valla con cierta holgura y tener una bancada más o menos respetable, en otros.
Rafael López Aliaga y algunos de sus congresistas han decidido ser esa oposición y apartarse del oficialismo, y otros precandidatos presidenciales también prefieren tomar mucha distancia de Dina Boluarte y de las bancadas del Congreso.
Dicen que no es bueno ser los últimos en irse de una fiesta. En el próximo proceso electoral veremos si es cierto esto.
